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Bouchra Samodi: El universo de la palabra pintada

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En sus procesos artísticos, las obras del pintor marroquí Bouchra Samodi dan lugar a proposiciones intrínsecamente contemporáneas, en una especie de impermanencia atemporal, de tiempo estirado. Sus obras son sobre todo la culminación de sus investigaciones, estudios de estilos encaminados a la definición, el cruce entre el paisaje casi realista y la poeticidad del mundo. Esta artista visual, que vive y trabaja en la localidad costera de Harhoura, utiliza estos elementos del vocabulario formal de su obra gráfica para revelarnos las riquezas de la naturaleza y sus componentes así como sus sueños, su visión, su percepción del mundo.

Jean Jacques Rousseau dice: “He aprendido por experiencia propia que la fuente de la verdadera felicidad está dentro de nosotros”. Y no en otros lugares. Es sobre todo esta libertad de crear lo que ama la pintora Bouchra Samodi y por la que se define. Una experiencia rara pero poderosa en la forma de vivir y pensar el arte, de esta artista visual inclasificable para quien la luz y el color son los verdaderos compañeros de su viaje. Necesitando sólo escapar, en soledad para encontrar la felicidad, Bouchra se suma a la idea rousseaunista en sus Paseos de un cuadro a otro, como ventanas abiertas…

En el nivel semiológico, la pintura de Bouchra no es arte en bruto, sino una pintura recuperada por el conocimiento de sus elementos más fundamentales. Luego nos lleva a un viaje a través de sus obras, casi sin decir una palabra, para ayudarnos a descubrir el mundo tal como ella lo siente, piensa, ve y percibe. La mirada sobre la obra descubre entonces siluetas sugeridas que evolucionan libremente en el espacio. Sugerido porque las formas siguen siendo sobre todo alusivas, como si los seres tuvieran que fusionarse con la naturaleza, en una armonía que excluiría cualquier vano intento de dominación. Se inspira en temas oníricos o fantasmagóricos, pero sus obras siguen siendo fieles a la realidad de las formas. Confunden, cuestionan, liberan poesía.

Esto significa que la obra de Bouchra favorece tanto el aspecto exterior a través de su armonía de formas y colores, como la resonancia interior, la del alma. En su mundo, siente esta necesidad incesante de levantarse y avanzar, de forma lenta pero segura. Se trata de una búsqueda perpetua de la profundidad del trabajo que permite el despertar espiritual. En otras palabras, el trabajo de esta experimentada artista visual se parece más a su alma y a sus emociones, que siempre están al límite. La superposición de capas de colores y los matices de tonos dan un efecto mágico a sus obras.

Técnicamente, nuestra artista visual manipula los distintos ingredientes y hace malabares con las diferentes técnicas que tiene a su disposición: pintura al óleo, carboncillo, acrílico sobre lienzo… Y como todo pintor figurativo digno de ese nombre, Bouchra privilegia más los materiales pictóricos. Ésta es la esencia misma del trabajo de esta artista inspirada que se esfuerza por plasmar la extrañeza de la vida cotidiana a través de naturalezas muertas que se reflejan en la línea, el tacto y el color, pero también y sobre todo en su espíritu. El esplendor y la elegancia de sus obras son fruto de un trabajo especialmente humano. Su aguda sensibilidad hacia la atmósfera, la seguridad de la composición, el excepcional control de la paleta caracterizada por una tonalidad apagada, contrarrestada por los colores, son simplemente magníficos.

Así como en la escritura las letras del alfabeto constituyen una herramienta de comunicación con el intelecto, en las composiciones de nuestra Bouchra Samodi estas son las formas y los colores. Esta composición tiene el poder de hablarle al alma de quien la mira en silencio y sin la intervención innecesaria del artista. Lleva en sí el significado auténtico; basta que quienes lo miran comprendan esta verdad. Durante la creación de la obra, la única preocupación del artista es la búsqueda del equilibrio. De hecho, sus obras no se dirigen al intelecto del espectador, sino que le hablan al alma a través de formas y colores, funcionando de la misma manera que las notas musicales.

En definitiva, la paleta vibra de transparencias, dentro de un gesto seguro, magistral, poético y conmovedor. Los huecos de luz nos llevan incluso más allá de los límites del cuadro. Frente a estas luces temblorosas, el recuerdo de Monet se apodera de nosotros. Es otro mundo, pero es la misma magia.

Ayoub Akil

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