Bajo el brillante sol de Provenza y el rigor de las montañas, pastores de Sophie Deraspe nos invita a un viaje sensorial, a medio camino entre un cuento filosófico y la búsqueda de identidad. La película cuenta la historia de Mathyas, un montrealés que abandona una cómoda vida urbana para convertirse en pastor.
El hogar no es tanto un lugar como una elección.
¿Por qué dejarlo todo? Esta pregunta ronda la película sin ofrecer nunca una respuesta explícita. Derapse evita explicaciones fáciles o justificaciones grandiosas. Esta elección crea una cierta distancia, incluso una impresión de superficialidad en la representación de los personajes, que a veces pueden parecer unidimensionales. Al hacerlo, las motivaciones iniciales de Mathyas se desvanecen para dar paso a su instinto. El que lo empuja a cambiar de rumbo, a inventar un riesgo, a buscar su lugar en un mundo que parece demasiado vasto y demasiado estrecho.
Hay algo desconcertante, casi ingenuo, en este deseo de adoptar una existencia bohemia, como si la mirada de Mathyas, teñida de fascinación, idealizara esta vida alejada del confort metropolitano. Sin embargo, a medida que avanza la historia, su búsqueda adquiere una profundidad inesperada; se convierte en una exploración íntima de una verdad universal: el hogar no es tanto un lugar sino una elección.
En el papel de Mathyas, Félix-Antoine Duval consigue encarnar esta transformación con delicadeza. Si al principio su personaje parece un poco distante, casi ajeno a este universo del que pretende apropiarse, gana en autenticidad a medida que se enfrenta a la dureza y la belleza de su nueva realidad. Poco a poco, la impresión de una simple experiencia “exótica” da paso al descubrimiento de un hombre sinceramente habitado por su deseo de pertenecer a un modo de vida crudo. El ritmo contemplativo de la realización refleja esta búsqueda interior. Deraspe deja respirar su historia, dándole tiempo a cada imagen para establecerse. Las montañas se despliegan majestuosamente en vistas impresionantes. La cautivadora banda sonora amplifica esta inmersión: acompaña al espectador en un viaje entre la suavidad y la dureza.
Son estas imágenes las que transmiten la historia, mucho más que las palabras. Las reflexiones de Mathyas a veces intentan enfatizar verdades ya obvias. Llevados por una narración en off, estos vuelos filosóficos caen a veces en un fuerte lirismo, rayano en el melodrama. Estos excesos, sin embargo, no quitan nada a la sinceridad del sujeto y reflejan el esfuerzo del personaje por dar sentido a su experiencia, como si necesitara justificar esta necesidad visceral de empezar de nuevo en otro lugar. Mathyas construye su propio hogar a través de los vínculos que teje, las pruebas por las que pasa y el amor que le brinda a este entorno salvaje.
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