INo estaban en absoluto predestinados a hacerse cargo de un restaurante. Sin embargo, desde julio pasado, Corine y Grégory Mars, ambos de 52 años, son los nuevos propietarios del restaurante Le Bistrot de Mémé, una institución de La Rochelle desde 2005, ahora situado en el barrio de Minimes.
Esta simpática pareja normanda se embarcó en este gran reto tras mudarse a la ciudad portuaria en noviembre de 2023. No provienen en absoluto del mundo de la restauración. “Durante treinta y cinco años regentamos una ganadería de caballos deportivos y un establo de competición en Aunou-le-Faucon, en Orne”, explican los neo-Rochelais, padres de dos hijos.
Dejarlo todo para convertirte en restauradores
Este cambio profesional se explica principalmente por el deseo de la pareja de establecerse en Charente-Maritime, donde solían pasar sus vacaciones. “Dejamos todo y vendimos nuestros caballos. Todavía tenemos los muros de la ganadería y una pequeña actividad en el lugar mientras vendemos toda la infraestructura”, subraya Corine. “Estábamos interesados en una actividad de restauración, aunque no sabíamos nada al respecto. Es una zona que apreciamos, hemos tenido la suerte de haber viajado mucho y somos amantes de la gastronomía. Nos dijimos que podríamos aprender el oficio con un guía y encontrar un negocio sano y exitoso. »
Es el caso del Bistrot de Mémé, que la pareja conocía bien porque ya había comido allí. El propietario y creador del restaurante Yvan L’Hôte aceptó su propuesta e incluso se comprometió a capacitarlos desde agosto hasta fin de año para asegurar la transición. “Quería venderle a gente que quisiera mantener mi concepto. Le Bistrot de Mémé es una creación en homenaje a mis abuelos. Hubo buenas sensaciones desde el principio, fue un punto fuerte. Espero que continúe, porque es un concepto popular. »
Manteniendo el “alma del lugar”
Los nuevos propietarios no cambiarán nada en el restaurante, desde la decoración hasta la carta de comida. Comprenda que la ropa (y la ropa interior) de las abuelas que cuelgan del techo permanecerán, al igual que los innumerables mensajes de los clientes y otras camisetas de rugby que cuelgan desordenadas en las paredes. Además, los camareros dejarán puestas las blusas de su abuela para trabajar.
En el plato todo se conserva, en particular los dos platos estrella: el orinal (cazuela de pescado fresco) y la brandada moneda-moneda (pato confitado con setas porcini y foie gras frito). Sin olvidarnos de los suculentos profiteroles de postre. “Dejamos todo con este espíritu. El concepto, la atmósfera y los principios de Bistrot de Mémé han hecho que el lugar sea un éxito. No tendría sentido cambiar”, afirma entusiasmado Grégory. También estarán presentes los 23 miembros del equipo existente.
En cuanto a Yvan, cuyo deseo ahora es iniciar una formación culinaria, nunca estará lejos. “Este restaurante es su bebé, él es el papá. Seremos los padrinos”, imagina Corine. “Intentaremos apoyar al niño en su crecimiento con ganas. Nunca seremos los padres de este restaurante pero lo vamos a afrontar. Creo que hemos percibido claramente el alma del lugar. »
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