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Leemos “Cartas a José”, los amores clandestinos del dignísimo señor de la calle Mestrezat

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lLos testimonios de quienes lo conocieron en el periódico “Sud Ouest”, donde ocupó las funciones más eminentes, las pocas fotografías que se conservan de él convergen hacia la misma observación: Louis Émié (1900-1967) no inspiró necesariamente la mayor fantasía. … Corte militar, traje de tweed, corbata oscura, camisa bien cortada, el traje severo de este hombre, tan temido como respetado, estaba sin embargo filtrado por los rumores (un poco más que rumores). rumores, incluso…) que circulaban sobre él: un soltero empedernido, que había vivido toda su vida con su madre y su padre, en el apartamento familiar de Burdeos, en la calle Mestrezat (que apreciaba, decía, entre otras cosas, el proximidad al estadio y al cuartel…), el enigmático señor Émié prefería a los chicos.

Es cierto, sin un vínculo establecido de causa y efecto, que fue ante todo un poeta. A él le importaba. Un muy buen poeta, por cierto. Aclamado por Cocteau y especialmente por el hombre que fue su amigo y mentor, Max Jacob. Que después de haber abandonado rápidamente la novela, este loco amante de España, el país natal de su madre, cruzado y recruzado constantemente, escribió sobre este tema el que sigue siendo quizás su mejor libro, “Espagnes”, paseo soñador, erudito y encantado. Émié es el tercer hombre de esta magnífica “tríada” bordelesa cuyos otros dos puntos del triángulo eran Raymond Guérin y Jean Forton. Por desgracia, hoy en día apenas lo leemos (quedan pocas obras disponibles) y fue necesario el paciente y saludable trabajo de exhumación de Xavier Rosan, entonces director de Éditions Le Festin, o de nuestro antiguo colega, Yves Harté, para empezar a aflojar la un poco las fauces del olvido.

Falsa modestia y verdadera ingenuidad

Esperemos que se abran un poco más con la publicación de estas “Cartas a José”, una correspondencia amorosa inédita y sorprendentemente “cruda” entre el poeta que entonces tenía 56 años y el José en cuestión, 23 años, originario de Saint -Gaudens, un soldado bajo bandera en Rabat, cuando comenzaron sus intercambios. Éstos, la conexión que rápidamente mantendrán, durará dos años. Dos años marcados por la muerte (la de su padre, al que apenas quería, de su perro, al que adoraba) y todo tipo de maniobras, quejas, recriminaciones y esperanzas locas para acercar a su José.

Émié se quita la máscara, armándose de falsa modestia y, a veces, de auténtica ingenuidad (pasajes hilarantes en los que descubre, bastante fascinado, la existencia de los vaqueros…). No se plantea la cuestión de la indecencia y parece vivir, en una época en la que no era fácil hacerlo, su homosexualidad con cierta naturalidad… Se dirige a su José con un paternalismo teñido de una pizca de condescendencia, no dudando en firmar rápidamente sus cartas con un “tu papá” que te deja un poco sin palabras…

Sin ubicación.

Afuera, es Burdeos. El tan olvidado como el escritor de cartas de los años cincuenta, el del primer tranvía, la llegada de los cargueros al puerto de la Luna y el periódico que albergaba a un poeta, con vistas a la ciudad.

“Cartas a José – El policía enojado”, de Louis Émié, ed. Sin plaza, 208 p., 16 euros.

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