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surrealismo o la vida misma

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Cuatro surrealistas: André Breton, Salvador Dali, René Crevel y Paul Eluard, fotografía de Anna Riwkin (1935). IMÁGENES BRIDGEMAN

“Manifiestos del surrealismo”, de André Breton, prefacio de Philippe Forest, Gallimard, “Bibliotheque de la Pléiade”, 1.138 p., 65 euros.

de los dos Manifiestos del surrealismo Publicado en 1924 y 1930 en Sagitario (hay un tercero, pero reducido a unas pocas páginas de prolegómenos), y hoy reeditado en “La Pléiade”, el más famoso es el primero, cuyo centenario se celebra. Aunque es el prefacio de una colección de poesía, Poisson solubleAndré Breton (1896-1966) proporcionó una base teórica para la actividad del grupo, finalmente desvinculado del movimiento dadaísta, demasiado anárquico. Sin embargo, es en el segundo cuando la prosa de Breton se vuelve la más soberana (también la más polémica, respecto de antiguos cómplices ahora denostados) y al mismo tiempo la más poética.

Allí, en medio de declaraciones programáticas y anatemas, Breton apela a sus tropas. Sus aliados por supuesto, dentro de un entorno literario en plena reestructuración política. Pero, más ampliamente, a todos aquellos animados por el espíritu de rebelión, porque todavía se encuentra a sí mismo, escribe, « en este momento en todo el mundo, en las escuelas secundarias, incluso en los talleres, en la calle, en los seminarios y en los cuarteles, seres jóvenes, puros, que se niegan más ». Es a ellos sobre todo a quienes el autor de Segundo manifiesto se aborda, hoy como en 1930.

Manifestar es ante todo definir el surrealismo. En 1924, Breton lo hizo como en un diccionario: “Puro automatismo psíquico mediante el cual nos proponemos expresar (…) el funcionamiento real del pensamiento. » Todo empezó en 1919 con un juego –serio, como todos los juegos de los surrealistas– con Philippe Soupault (1897-1990): escribir por turnos lo que les venía a la mente, lo suficientemente rápido como para perder el control, en un « desprecio loable por lo que podría seguir a la literatura ».

Esta experiencia de escritura automática les reveló de repente un continente psíquico libre de las limitaciones de la razón o de la moral y accesible por varias vías, en particular los sueños y los estados hipnóticos. Una vez lograda, surge una nueva forma de inspiración, liberada de todo « literatura » en el sentido tradicional: temas repetidos, efectos retóricos, recetas poéticas…: todo lo viejo. ¿Es por ironía, desafío o ambición? Los surrealistas titularon su primera reseña. Literatura.

Una especie de fórmula mágica

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