Imitaciones fieles, transmutaciones poéticas, materiales recogidos… la naturaleza es una fuente inagotable de inspiración para un número cada vez mayor de diseñadores de joyas. Objeto de joyería que se transforma, se presta a todas las formas y materiales.
Bajo la pátina del bronce, está la madera, con todas sus vetas, sus accidentes y sus torceduras. Compuesto por fragmentos de madera flotante conectados por un arco de latón, el colgante escultórico creado por Delphine Nardin sorprende por su ligereza. “Quería preservar la vida de estos trozos de árbol arrastrados por el agua, crear un ensamblaje que se pudiera creer espontáneo. Nunca retoco las formas: selecciono, corto, aplico una pátina de bronce, que de alguna manera ennoblece la madera y crea un juego de contrastes. explica la diseñadora de joyas entre los escaparates de la galería parisina Naïla de Monbrison, donde recientemente expuso sus piezas únicas. Sobre el terciopelo de los expositores, un collar formado por ramas de madera flotante sostenidas por clavos de plata, un anillo que fija huellas de conchas de plata maciza, pendientes que encierran fragmentos de color rosa con una línea de oro o de cristal esmerilado azul… se dice Delphine Nardin “enamorado” Vidrio esmerilado, esos fragmentos removidos por las olas y la sal que recoge desde pequeña en las playas de la costa atlántica. “Este material tan bello, diáfano y suave como un grano de piel, no interesa a mucha gente pero para mí tiene un gran valor intangible. Como todos los elementos recogidos en la naturaleza, son vestigios, memoria de los vivos, dice el geólogo y arqueólogo capacitado.
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ADAPTARSE A FORMAS ORGÁNICAS
Al igual que Delphine Nardin, la naturaleza es la musa de un número cada vez mayor de diseñadores de joyas. Allí se inspiran, allí nutren su estilo y allí cosechan sus materias primas. Las formas espontáneas se convierten en obras únicas. Los materiales descuidados ascienden al rango de materiales preciosos. “¿Por qué necesitas diamantes cuando tienes guijarros?», ríe Nathalie Mathoulin, francesa afincada en Londres. Es en las playas y en los jardines ingleses, así como durante sus viajes, donde encuentra sus materias primas: guijarros redondeados, conchas erosionadas, guijarros finos… que engasta con oro de 18 quilates de comercio justo. “No pulo nada, porque el acabado de una piedra natural es extraordinario en sí mismo. Y elijo el escenario según la singularidad de las piezas: una piedra envuelta en cintas de oro, una concha rodeada por una fina malla…”, explica la mujer que durante diez años fue diseñadora de zapatos para el diseñador de moda Paul Smith.
Mismo enfoque en Marianne Anselin, que sublima cosas recogidas : madera, hojas pero también tornillos, clavos y dientes porque El hierro es un metal nativo que vuelve a su estado natural al oxidarse. . En su taller parisino, donde instaló una fragua, a esta sensible diseñadora le gusta desdibujar los límites, ya no saber realmente qué fue fabricado y qué es natural : los collares de titanio parecen ramitas petrificadas, las ramas de los cerezos japoneses se convierten en anillos con diamantes incrustados, las hojas recogidas bajo los árboles-cabaña de la infancia se retuercen formando gangas de bronce…
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AJUSTES DE OTOÑO
Como para congelar lo efímero, la joyería también busca reproducir las minucias de la naturaleza. Transcribir, línea por línea, las nervaduras de una hoja o los relieves de una corteza. Como en Sophie Bouilhet-Dumas, fundadora de Mira Stella, donde las semillas del huerto y los pétalos de hortensias recogidos en su jardín normando se convierten en pulseras, colgantes o pendientes muy delicados de oro rosa de 18 quilates. Otro universo, pero la misma precisión en Samuel François, creador parisino amante del “cosa de planta”, donde la naturaleza se viste de estética barroca: “Todo empezó con las uvas: comencé a moldear con cera los granos que había en mi mesa, luego flores, semillas, cerezas, fresas… Me gusta este lado de la cornucopia donde la naturaleza se codea con elementos más opulentos”, comenta el hombre que también es el histórico editor jefe de moda de la revista Número. Entre sus últimas piezas: un broche en racimo donde se entrelazan bronce dorado y latón con cuentas de cristal de Murano.
La misma atención al detalle y al juego con la pintora Maïlys Seydoux-Dumas, cuyas joyas artísticas se inspiran en elementos orgánicos para desviarlos mejor: de una larga cáscara de manzana pasada alrededor del cuello nació la idea de una primera colección llamada Pomona, la diosa de el huerto. Su última serie“objetos de ensueño” (un collar articulado, un broche, un colgante), se lo sugirió un paseo otoñal por el Boulevard Arago de París: “Todas esas hojas de castaño en el suelo me recordaron a los collares que, cuando éramos niños, intentábamos unir con tallos. Quería que pareciera que las hojas acababan de caer del árbol y habían sido recogidas”. Atravesadas por ramas doradas, las largas hojas de plata patinada del collar parecen haber sido ensambladas por el viento.
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