La historia de la lucha contra el tráfico y el consumo de drogas en Estados Unidos se asemeja a un descenso a los infiernos. Desde la presidencia de Richard Nixon (1969-1974), los recursos dedicados a la lucha contra los traficantes han seguido creciendo, sin poder evitar que la cantidad de drogas en circulación siguiera creciendo al mismo tiempo. La serie sólo podía hacer que el fracaso de Estados Unidos en su lucha contra las drogas fuera su bendición. Desde la cocaína hasta el crack, desde la heroína hasta las drogas de diseño y desde la trivialización casi alegre de la marihuana hasta la trágica crisis de los opioides, las series producidas por Hollywood detallan lo que las drogas están haciendo en los ciudadanos y la sociedad estadounidenses.
En esta cuestión, vínculos profundos, de significado y de estética, conectan las dos grandes obras maestras que abarcan los últimos veinte años: El alambre (Escuchando) y Euforia. A partir de una primera temporada que se centra en la atenta observación del tráfico de las pequeñas calles de Baltimore (Maryland), El alambre (2002-2008) desarrolla un relato más amplio, que explora tanto el tráfico internacional que pasa por el puerto como las políticas públicas que se ponen en marcha para afrontarlo, sin ignorar las cuestiones de corrupción o electoralismo que rigen las decisiones de los agentes policiales. o funcionarios electos. Sobredosis, decrepitud de los consumidores más adictos, asesinatos repetidos, El alambre Describe minuciosamente el efecto de las drogas en las personas y la violencia extrema inherente al tráfico ilegal.
Este artículo está tomado de “Número especial Le Monde – Los narcotraficantes: sus redes, sus crímenes, la respuesta”noviembre-diciembre de 2024, a la venta en quioscos o online visitando el sitio web de nuestra tienda.
pero si El alambre es una obra importante, también lo es porque confronta las desagradables realidades de la sociedad estadounidense. En Baltimore, la persistencia de una segregación real separa a los negros de los barrios pobres –que son a la vez actores y víctimas de la trata– de los policías y funcionarios electos blancos que enfrentan problemas más comunes en su vida diaria. Jimmy McNulty, el policía interpretado por Dominic West, bebe demasiado, es infiel, no sabe montar un mueble de Ikea y vive conflictos profesionales: la vida banal de un hombre blanco del clase media.
Aún más sutilmente, la serie destaca los valores de exclusión que comparten policías y matones y, más allá de eso, la cobardía del virilismo de los machos, blancos o negros, enfrentados a personajes femeninos u homosexuales más valientes.
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