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El periódico me cuenta que un robot pintor humanoide vendió un cuadro en una subasta el pasado jueves por 1,2 millones de euros. Comentario : ” Este es un hito histórico en el mundo del arte. » Permítanme corregirme: ésta es una nueva etapa, que no tiene nada de histórico, en la historia de la estupidez humana, que ya tiene bastante en su haber y que, podemos predecir fácilmente, tendrá muchos más.

El azar, la providencia o el destino –estas pequeñas divinidades traviesas– nos hacen vivir en una época que, en términos de estupidez, es de fecundidad ilimitada. Para enumerar todas sus manifestaciones sería necesario, literalmente, un tiempo completo. Podríamos pasarnos la vida inventariando los ataques a la seguridad mental.

Gracias a Dios tenemos otros gatos para acariciar. Niños para amar y crecer en dignidad. Y muchas maravillas para reflexionar. Para la estupidez ambiental, la dosis de la medicina filosófica es formal: no más de cinco minutos por día. Y preferentemente en horas valle. Un hombre genial nos lo dijo hace casi dos mil años, es decir ayer: estar en el mundo, pero sobre todo no ser del mundo.

Qué deseas ? Al bañarse en estupidez, como los donuts en una fritura tibia, los hombres acabarán ahogándose para siempre. Quizás esto sea lo que buscan en el gran hombre que ahora está enfermo. Yendo cada vez más hacia la ineptitud. Es el síndrome de la piscina: nos dejamos hundirnos, diciéndonos que en el fondo encontraremos un manantial o un instinto para volver a levantarnos. Michel Audiard podría haberlo dicho: lo contemporáneo se atreve a todo, así lo reconocemos.

Nos consolamos diciéndonos que la estupidez siempre ha sido la reina. Una reina despreciable y agotadora, pero reina. A lo largo de los siglos, nos saludamos fraternalmente entre personas de buena compañía. Ésta es la vida del espíritu, el gusto por la belleza, el amor por la luz: en cada época los artesanos trabajan, en silencio, en recogimiento, en dolor y, a menudo, en soledad. Garantizan que el hombre no desespere del hombre. Proporcionan habitaciones altas, buhardillas, ermitas, para que la estupidez no tenga la última palabra. Que los corazones sensibles tengan refugio. Que el alma recuerde que tiene una imperiosa necesidad de cumbres. Para recuperar el aliento. No pierdas la esperanza. En El hombre de la corteBaltasar Gracián escribió que“una vida sin descanso es dolorosa como un largo camino donde no se encuentra acomodo.” Entre estas paradas imprescindibles: los libros, donde la mente encontrará su alimento.

Para localizarlos, La Bruyère nos dio la clave, en ELPersonajes : “Cuando una lectura eleva tu espíritu, y te inspira sentimientos nobles y valientes, no busques otra regla para juzgar la obra; es bueno y está hecho por mano de trabajador. » “Trabajador” aquí designa una nobleza que el robot humanoide nunca alcanzará, al igual que los ladrones que luchan a su alrededor.

Y agradezcamos a los trabajadores del espíritu por todas las señales que nos envían. Gracias a André Markowicz por traducir el Últimos poemas y ELjudíos en babilonia por Charles Reznikoff (Ed. Unes, 2024): “Día tras día en el desierto, / año tras año, / hasta que ves una zarza ardiendo. /Sí, pero hay que subir a una montaña/para hablar con Dios. »

Gracias a Guillaume Dreidemie por invitarnos a palannesia (Ed. Kimé, 2024) a no desesperar del eterno retorno de las cosas, y a tomar el ejemplo de Anna de Noailles, entre otras, para permanecer ardiente en el extintor circundante: “Esta Ménade de los bosques, / Llena de pesares y deseos, / Casi muere de vida, / ¡Pero lo volvería a hacer! »

Gracias a Stéphane Bernard por hacernos conocer, en el contexto de la Revolución Francesa y de la reinvención del genio del cristianismo, a Joseph Joubert y Pauline de Beaumont a través de su correspondencia (Consentimiento para ser túEd. momentos, 2024): “La medida de todas las cosas es (…) lo inamovible para lo móvil, lo infinito para lo limitado, lo mismo para lo cambiante, lo eterno para lo transitorio. »

Y gracias a Pauline de Préval por su espléndido Diccionario de los amantes de la catedral (Plon, 2024) en cuyo umbral nos espera esta recomendación, escrita por Saint-Exupéry en letras de fuego: “Quien lleva en su corazón una catedral por construir, ya es victorioso. » Este libro por sí solo es una celebración, un antídoto contra la crisis. Para aguantar. ¡Entra, todos tus amigos están aquí! Hugo, Goudji, Rilke, Malraux, Claudel y Péguy meditando delante de Chartres: “ Dos mil años de trabajo han hecho de esta tierra/Un depósito inagotable para nuevas eras. /Mil años de tu gracia han hecho de estas obras/Un descanso sin fin para el alma solitaria. »

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