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“Houris” de Kamel Daoud y los demonios de un sangriento pasado argelino

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La novela “Houris” de Kamel Daoud, recientemente galardonada con el premio Goncourt, provocó un auténtico terremoto político y literario en Argelia. Esta distinción, aunque prestigiosa, impulsó la obra a una explosiva controversia, que fue mucho más allá de los méritos literarios, que sin embargo estaban bien fundados.

Prohibida su venta en Argelia, el libro es ahora una obra imprescindible para todos aquellos interesados ​​en las profundas heridas de la historia argelina, en particular la década negra (1991-2002), un período marcado por violencia extrema, ejecuciones sumarias y represión brutal.

Daoud, a través de la ficción, despierta un pasado que el poder argelino hubiera preferido mantener en el olvido, resucitando las preguntas en torno al famoso “quién-mata-a-quién”, un lema que cuestionaba la responsabilidad por los crímenes de este período.

En Argelia, la década oscura dejó profundas cicatrices, con un costo humano estimado entre 200.000 y 250.000 muertos, miles de desaparecidos y familias que aún buscan respuestas. Para pasar página, las autoridades promulgaron la Ley de Concordia Civil en 1999 y luego la Carta por la Paz y la Reconciliación Nacional en 2005.

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Estas iniciativas tenían como objetivo poner fin a las hostilidades mediante la amnistía de muchos actores en el conflicto, pero también sentaron las bases para una amnesia impuesta.

“Perdón amnésico y amnistía”

Los crímenes de guerra, las desapariciones forzadas y la tortura han quedado sin acciones legales, en nombre de la paz. Kamel Daoud aborda, a través de Houris, esta amnesia institucionalizada, revelando la brecha entre una fachada de reconciliación y una verdad que muchas familias todavía exigen.

Para estas familias y observadores críticos, la reconciliación nacional argelina se parece más a un “indulto amnésico y de amnistía”. Este “indulto” borró cientos de crímenes de sangre y estableció una cultura de impunidad, mantenida por el régimen.

La posición del Estado argelino frente a la obra de Daoud es un claro ejemplo de ello: el libro es censurado y el autor es castigado, no por su talento literario, sino por haber recordado esta historia sepultada y planteado las preguntas que aquellos en al poder le gustaría ver relegado al silencio.

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De hecho, las prohibiciones, los juicios y la represión de la libertad de expresión todavía recuerdan hoy un sistema autoritario cuyos vestigios militares de la década oscura todavía ocupan posiciones influyentes de poder.

Una reconciliación como tapadera para los torturadores

El testimonio de algunos militares exiliados, como Habib Souaïdia en “La guerra sucia”, también sacó a la luz los abusos inhumanos cometidos por el ejército durante la guerra civil. Sin embargo, las historias de ejecuciones, torturas, asesinatos y desapariciones no han provocado una reacción judicial o institucional en Argelia. En cambio, las medidas de reconciliación brindaron cobertura a muchos de los líderes militares de esa época, salvados por la ley, reconfortados en su silencio.

Esta situación de status quo es cada vez más cuestionada, tanto a nivel nacional como internacional. En 2023, el ex ministro de Defensa argelino Khaled Nezzar fue acusado en Suiza de crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad y pronto será juzgado.

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Para muchos observadores, este juicio podría abrir una brecha en el muro de impunidad del que hasta ahora se han beneficiado estos funcionarios en Argelia. El miedo a estos procesamientos ha obligado a algunos de ellos a evitar viajar a Europa por miedo a ser detenidos.

Un trauma mal curado

Las consecuencias de esta amnesia institucionalizada en la sociedad argelina son desastrosas. La Década Negra sigue siendo un trauma mal curado, y la ausencia de justicia transicional o de reconocimiento del sufrimiento infligido por los distintos protagonistas del conflicto ha congelado este trauma en la memoria colectiva.

Muchos argelinos viven en una sociedad donde la historia está reprimida, donde las cuestiones de justicia se evitan sistemáticamente y donde persiste la represión de cualquier forma de expresión crítica. El trabajo de Kamel Daoud abre una ventana a este doloroso pasado y a la forma en que todavía atormenta el presente. Al hacer las preguntas “¿quién mató a quién?” y “¿quién encarcela a quién hoy?”, cuestiona la continuidad de un sistema represivo, donde el ejército y el Estado controlan de cerca la narrativa de la historia y la sociedad.

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Esta censura estatal, sin embargo, no apaga la memoria. Por el contrario, la prohibición de las “houris” reforzó su impacto. Para muchos, simboliza la incapacidad del Estado para permitir una verdadera reconciliación. En lugar de responder a las aspiraciones de justicia de familias y ciudadanos, el régimen parece perpetuar una cultura de olvido forzado y silencio, sofocando los intentos de revelación.

El reflejo de las luchas contemporáneas

A los ojos de las generaciones más jóvenes de Argelia, que no vivieron directamente la década oscura pero sienten sus ecos a través de sus familias, este silencio oficial es visto como una traición a los principios de verdad y justicia. Al exacerbar la represión contra las críticas, el régimen de Argel no hace más que alimentar la frustración y el deseo de que finalmente surja la verdad.

La prohibición de “Houris” ilustra la tensión no resuelta entre un pasado sangriento y un presente marcado por la censura y el control estatal. La obra de Daoud, a través de su visión literaria y su fuerza simbólica, se convierte así en un reflejo de las luchas contemporáneas por la libertad de expresión y la búsqueda de la verdad en Argelia.

Mientras ciertos generales siguen ejerciendo su poder, amparados por las leyes de reconciliación y las barreras de la censura, voces como la de Kamel Daoud nos recuerdan que la paz no se construye sobre la eliminación, sino sobre el reconocimiento de los crímenes y el respeto a las víctimas.

A través de esta novela, el autor envía un mensaje claro: la memoria y la justicia son inseparables para un futuro pacífico, y ninguna amnistía puede sofocar indefinidamente las demandas de verdad que surgen desde las profundidades de la sociedad argelina.

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