Abdelhak Najib también quiso filmar lo que no se puede decir y lo que sólo hay que sugerir. Es también el mismo requisito que rigió la elección de actores y actrices en esta película.
Largometraje: El escritor y periodista marroquí Abdelhak Najib acaba de estrenar su largometraje titulado “Los fugitivos de Tinduf”. Una película contundente de rara agudeza, sin patetismo ni relleno. Un viaje de valentía y sacrificio, a través de una historia demasiado humana.
El estreno del largometraje “Les évadés de Tindouf” del director Abdelhak Najib, que tuvo lugar el 9 de noviembre de 2024 en Casablanca, fue un gran éxito en más de un sentido. Casa llena, invitados distinguidos, una velada de gran cine, con una película destacable en temática, tratamiento, dirección de actores, música, montaje y puesta en escena, con un guión sólidamente rodado.
“Les escapés de Tindouf” es una película contra el olvido. Una película sobre la valentía silenciosa de unas pocas mujeres y hombres que nunca se dieron por vencidos. Es una película sobre la fuerza del espíritu frente a alambres de púas e ideologías asesinas. Es una película que revive la memoria colectiva y revisita la historia de Marruecos, el Sahara, las fronteras con Argelia, los campos de Tinduf y los crímenes contra la humanidad perpetrados por la junta del Polisario. Es una película atrevida en más de un sentido. En primer lugar, el guionista y director Abdelhak Najib retoma su novela “Una sombra en la arena” y la adapta a la gran pantalla. La historia literaria ya es poderosa, con una voz única que cuenta, que hace girar la narración y que se pierde en el vacío del desierto, como un fantasma que vendrá a perseguirnos para recordarnos que nunca debemos olvidar.
Luego está el tratamiento dado a esta historia de un puñado de mujeres y hombres que pasaron más de 25 años en las cárceles del Polisario y que una noche decidieron emprender, cueste lo que cueste, el camino hacia la libertad. Como siempre, con Abdelhak Najib, para quienes han leído sus novelas, la libertad es lo primero a través de la redención. Tienes que ganártelo. Debemos buscarla al borde de la muerte, donde puede nacer la vida. Como estos reclusos, que desafiaron el destino y tomaron los caminos del desierto para encontrar su tierra. La película cuenta la historia de este fresco humano en tres períodos distintos. La actualidad, en 2024, cuando el hijo (interpretado por Abdelhak Najib), decide abrir la cámara de los secretos para seguir los pasos de su difunto padre, que fue enterrado en la arena. 1974, cuando un grupo de marroquíes fueron emboscados por las milicias del Polisario y conducidos a las cárceles de Tinduf, donde pasarían de un campo a otro, para veinticinco largos años de tortura. Finalmente, está el año 2000, la víspera de la fiesta del sacrificio, cuando los cinco supervivientes de los campos de exterminio escaparán. Abdelhak Najib nos transporta de una época a otra, a través de una narración clara, con una base sólida, la de la imagen que habla, con gran parsimonia en los diálogos, todo ello sublimado por una bellísima música, compuesta por el gran violinista marroquí, el director de orquesta. de la Ópera de Berlín, Monia Rizkallah, quien dio a las imágenes que desfilan una dimensión heroica y profundamente humana. Música original escrita para la película, con música adicional firmada por el gran músico Mohamed Jbara y el joven talento Ayoub Lahkimi. Es esta estructura con varias capas, entre texto, diálogo, música y los silencios que los puntúan, lo que le da a esta película toda su fuerza.
Desde el momento en que el hijo parte en busca del pasado enterrado de su padre, hasta la libertad encontrada en la escena final en la frontera, pasando por los vagabundeos del hijo por el desierto, pasando por los enfrentamientos entre los cabos de Tinduf y los prisioneros marroquíes, por El amigo del padre que completa la historia perdida de los hombres, la película avanza por etapas ofreciéndonos un viaje interior, el de cada protagonista, que debe sacar de lo más profundo de sus entrañas sus últimos recursos para no abdicar. De una escena a otra, el ritmo se mantiene, en una película que, en última instancia, sigue siendo muy íntima, pasando de los espacios confinados de las celdas a las infinitas extensiones del Sahara. Incluso, a nivel cromático, el director quiso tener una composición que correspondiera a cada época: el pasado, el presente y el intermedio. Sin olvidar este tiempo onírico, muy querido por Abdelhak Najib, que nos lleva de una realidad cruel a un sueño despierto, sin enfatizar nunca los bordes que separan la realidad del espejismo. Lo que nos permite ver una película cercana al corazón, que va a lo esencial, que se interesa por los sentimientos contradictorios, que traduce, con sutileza, emociones silenciosas cuya furia nos alcanza, con fuerza. Toda esta alquimia se sustenta en una fotografía lo más cercana posible a los personajes, con encuadres que oscilan entre lo amplio y lo estrecho, cuidando de mantener una cierta distancia con lo no dicho, que aquí se ve subrayado por la luz y sus variaciones y por los silencios que marcan esta obra cinematográfica sincera y sencilla en su composición.
El director no se ve afectado en modo alguno por largas y redundancias. A lo largo de las secuencias de la película mantiene un riguroso equilibrio, lo que denota cierto dominio del arte de filmar y contar una historia a través de imágenes. Algunos dirán que esto es normal para un crítico de cine como Abdelhak Najib, que siempre ha amado el gran cine y que conoció a grandes figuras del séptimo arte durante su carrera como crítico. Pero entre decirlo y verlo en la gran pantalla, hay un enorme paso que Abdelhak Najib ha dado con sutileza, evitando los escollos que, a menudo, pueden penalizar cualquier obra cinematográfica que no consiga encontrar el justo equilibrio entre texto y su soporte visual, la imagen. En este punto, podemos confiar en el director de “Les évadés de Tindouf”, que conoce los profundos matices entre decir, mostrar y leer, sin palabras, creando imágenes que transmiten significado y lo que no se dice. Porque al ver esta obra vemos hasta qué punto Abdelhak Najib tenía ganas de filmar lo que no se puede decir y lo que sólo hay que sugerir. Es también el mismo requisito que rigió la elección de actores y actrices en esta película.
Primero, Mohamed Choubi, que aporta cierta magia a su papel de ex superviviente hundido en el olvido, pasando por Driss Roukhe, el torturador corporal, que cree que se le ha encomendado una misión, pasando por Kamal Haimoud, conmovedor como un recluso lisiado, que llega hasta sus límites para salir adelante, como Dean Mountaki, el joven miliciano del Polisario que quiere parecerse a toda costa a su mentor, el gran cabo, y que inventa métodos de tortura de una inhumanidad indescriptible. Sin olvidar a dos actrices que destacaron en esta película, dos médicas en vida, que interpretaron a las dos prisioneras, Imane Kendili y Alia Bencheikh, ambas certeras en su interpretación y sobre todo creíbles como mujeres que nunca se rinden. Es esta cohesión general la que hace de esta película una de las más atrevidas y logradas, abriendo un nuevo género, el del cine histórico de guerra, tratado como un drama humano llevado a su clímax.
Par Ayoub El Aiassi
Directora y directora de teatro
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