lo esencial
2.200 melómanos saborearon este jueves 7 de noviembre los esplendores de los Conciertos números 1 y 2 de Sergei Rachmaninov ofrecidos por el virtuoso ruso Mikhail Pletnev y la Orchestre national du Capitole (ONC) de Toulouse. Un puro placer.
Fortalecido por la permanente dinamización de la Orquesta Nacional del Capitolio de Toulouse, Mikhail Pletnev tocó, este jueves 7 de noviembre, el histórico concierto ofrecido por su maestro Sergei Rachmaninoff, una tarde de marzo de 1917 en Moscú. Este último ofreció entonces al público los tres conciertos para piano que había compuesto (el último, el n.º 4, se publicó en 1926).
Al ofrecer dos veladas con dos conciertos, el 1 y el 2 el jueves, y luego el 3 y el 4 al día siguiente, Mikhail Pletnev literalmente superó los límites de la comprensión musical. Dotado del teclado como su mentor, el pianista ruso cautivó al público (conocedores) del Halle aux Grains durante una hora y media, en una primera velada en la que los conciertos núms. 1 y 2 fueron los protagonistas.
Conocemos “Rach 1”, clásico en el imaginario popular francés por el tema retomado en un famoso programa de televisión literario de los años 70 y 80. Conocemos aún mejor “Rach 2”, adaptado a una canción por Eric Carmen en 1973. lo cual por sí solo resume cómo fue la vida de Rachmaninoff, pasando de la exaltación más espeluznante a la depresión más melancólica. Dos estados emocionales que inspiraron quizás la pieza más bella de todo el repertorio sinfónico clásico.
Precisión y delicadeza de los músicos del Capitolio
Platnev, un virtuoso experimentado, lo entendió todo, sin abrumarse nunca de este abrumador trabajo de exceso técnico y ruidoso, aunque acabó imponiéndose en un tercer movimiento todavía igual de incandescente. Como en el segundo movimiento del Concierto nº 1, Pletnev, bien servido por la precisión y delicadeza de los músicos del Capitolio, embellece el segundo movimiento de “Rach 2” con toda la nostalgia que contiene. Dos grandes momentos de pura emoción.
Con un pianista y una orquesta a la cabeza -dirección perfecta de Dima Slobodeniouk-, el concierto adquiere una dimensión poco común, sobre todo cuando Pletnev, como si la actuación fuera poco, se lanza a dos bises, incluido “The Alouette” de Glinka, ruso. mascota musical que aún destila nostalgia y concluye este esplendor sonoro invadiéndonos y nunca abandonándonos.
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