El Cirque du Soleil, que celebra este año su 40º aniversario, ha colocado las alas de ángel de “Corteo” en el Accor Arena de París Bercy (distrito 12) hasta el domingo. El espectáculo, imaginado hace diecinueve años, ha atraído a 10 millones de espectadores en todo el mundo desde su creación. Fue diseñado para Arena. Curiosidad acertada, la colocación del escenario en el centro de la sala permite que el público, sentado a ambos lados, esté bastante cerca de los artistas. Demasiado cerca incluso para las primeras filas en el cuadrado dorado. Es mejor evitar la categoría más cara, donde es difícil ver si estás sentado detrás de un espectador alto.
Desde las gradas, es majestuoso. El espectáculo teje la historia de un payaso que imagina su funeral en un alegre carnaval. Artistas con alas blancas vuelan por el cielo. Una cama también. La de este payaso con acento italiano, que traza el hilo conductor de su vida. Las mayores hazañas se ven en el aire. Los trapecistas se balancean en candelabros hechos de borlas y perlas. En el suelo, los acróbatas saltan sobre camas con bases de trampolín. Se cruzan en sus rebotes, balanceándose sobre las cabeceras. Es fresco y dinámico.
La multitud de artistas – 53 en “Corteo” – da una impresión de gozosa abundancia. Cantan, bailan, animan aquí al payaso, allí a las gimnastas que dan vueltas en un magnífico número sobre barras altas, al final del espectáculo. Los músicos, situados en las cuatro esquinas del escenario, van vestidos como el payaso Auguste. Tocan el acordeón, la percusión, los metales y también suben al escenario. Seguimos suspendidos con el enano Grégory, que vuela sobre el cuadrado dorado gracias a cuatro enormes globos transparentes. Cuando sus pies descienden sobre las cabezas, las manos se elevan para empujarlo suavemente más arriba, más lejos. El hombrecito te hace sonreír con sus reflexiones, su excusa de “tráfico” cuando llega tarde.
Sin efecto “sorpresa”
Pero los momentos de risa son raros. Sin embargo, la risa forma parte del ADN del Cirque du Soleil, esta compañía quebequense que se ha convertido en la segunda compañía de entretenimiento del mundo detrás de Disney, que cultiva el arte de excitar nuestras emociones, de hacernos soñar a través de un mundo encantado y loco. Y eso falta en este programa. El paréntesis del teatro italiano, que intenta una caricatura de “Romeo y Julieta”, no funciona. Se prolonga y es muy confuso, los artistas hablan al mismo tiempo, se cruzan en una extraña confusión.
Destaca el silbador Gerardus Chatrou, que también interpreta a Monsieur Loyal, y el acompañamiento musical que consiste en hacer “cantar” vasos de agua y ensaladeras está bastante logrado. Es como balancearse de mano en mano, en tablas altas. Cinco mujeres arrojan sus cuerpos como hilanderas, aferrándose a las manos de porteadores que están de pie sobre tablas. Los crossovers están impecables, tienen 10 m de altura. Todo está bellamente elaborado, pero le falta la gran emoción, el “wow” del sublime “Kurios”, que visitó París hace un año.
“Corteo”, en el Accor Arena (XIIe), hasta el domingo, entradas desde 52 euros.
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