Publicado el 3 de noviembre de 2024 a las 16:50 horas. / Modificado el 3 de noviembre de 2024 a las 17:38 horas.
Con expresión concentrada y gesto virtuoso, Marie reproduce en una tableta digital la pequeña mano de una diosa acuática situada en la esquina de un cuadrado imaginado por el artista Dimitri Rybaltchenko. Alrededor del diseñador-grabador, una quincena de colegas miman meticulosamente otras creaciones extravagantes. En la sala reina un silencio casi eclesiástico, ya que todos parecen absortos en su tarea. Marie detalla el avance de su obra: realiza el primer esbozo del dibujo original, llamado “Finesse”, que considera “la columna vertebral” de la obra. “Fácilmente puedes dedicarle doscientas horas”, afirma. Una vez reproducidos estos trazos, deberá descomponer aún más todos los colores del dibujo en forma de capas, que luego se convertirán en marcos de impresión capaces de inmortalizar cada matiz cromático sobre la seda. En total, este primer paso requiere fácilmente seis meses de trabajo, ya que un pañuelo Hermès suele contener una treintena de colores. Pero el número de marcos de impresión en color puede aumentar rápidamente a cincuenta, tan pronto como el penetrante iris de una pantera o el sutil gradiente del follaje requieren cuatro o cinco.
Orgullosa de su saber hacer, la marca organiza periódicamente eventos artísticos y talleres de artesanía. Hermès en ciernesque nos permiten ver surgir sus piezas icónicas. Del 6 al 14 de noviembre, la exposición tendrá lugar en Zúrich para dar vida a una plaza y recordar por qué sigue siendo un significante único. Un saber hacer milenario que la Casa cuida por primera vez en sus talleres del Holding Textile Hermès, situados en las afueras de Lyon, la capital de la seda francesa. En este centro excepcional, desde hace décadas, la materia prima más noble se ha convertido en un ardiente objeto de deseo en sarga de seda: el pañuelo Hermès.
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