El golpe de la horquilla –
El Auberge de la Rippe recupera su buena estrella
Con Michael Pihet en la cocina, el Auberge de l’Etoile encanta con sus platos y su decoración cálida, generosa y hermosa.
El personal editorial
Publicado hoy a las 11:02 a.m.
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- El Auberge de l’Etoile en La Rippe ha reabierto tras una renovación.
- Adrien Maestro se hizo cargo del restaurante y el chef Michael Pihet se encargó de la cocina.
- El establecimiento ofrece una cocina generosa en un encantador ambiente de bistró francés. Se hace hincapié en el vino, especialmente el Vaudois.
Evidentemente, en La Rippe se esperaba con impaciencia la reapertura del Auberge de l’Étoile. En la mesa de al lado, una pareja vino a tener una idea. Veredicto: “¡Volveremos!” Es sincero, servido con una sonrisa y no hay nada de qué quejarse. Un poco como la bistronomía de esta bonita dirección, que acaba de renacer este mes.
Seducido por el encantador edificio de 1710, el propietario Adrien Maestro ha creado un ambiente acogedor, lleno de muebles antiguos, vajillas de la abuela y grabados antiguos. En la cocina, el chef Michael Pihet desempeña el papel de una cocina gourmet y generosa, sencilla y perfectamente ejecutada. Si el objetivo es hacerte sonreír, lo conseguirás en ambos sentidos.
Como entrante, el puerro mimosa abre con una sorpresa muy agradable, realzado con pepinillos encurtidos y salpicado de anacardos (17 fr.). Muy discretamente veteado con cacao y pimienta de timut, el foie gras de pato es excelente (27 fr.). Como el restaurante es también un bar, los platos para compartir son igualmente deliciosos, entre gougères friburgueses Vacherin (14 fr.), tarama casera (23 fr.) y otras ideas originales.
Haciendo honor a la decoración de la brasserie, los platos juegan con la tradición, incluidas las albóndigas de lucio (34 fr.). Destacamos una cocción perfecta de las mollejas glaseadas con mantequilla, salsifí asado y jugo de ternera al whisky (38 fr.). En la mesa de al lado –siempre ella– aplaudimos el hueso de tuétano aderezado con pan rallado panko (19 fr.), mientras otros vecinos parecían encantados con un papet vaudois –obviamente un poco reinventado– y conchas con jamón en el hueso.
De postre, la clásica pavlova de mango es tan bonita como todos los demás platos (14 fr.) y la tarta de pistacho, más inesperada, está adornada con una sutil mousse (13 fr.). En cuanto a los vinos, el Pays de Vaud y Francia están en el punto de mira, y Adrien Maestro muestra felizmente su bodega, que, al parecer, contiene tesoros que no están en el mapa. Volveremos.
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