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encantador pero narcisista, astuto pero impulsivo… ¿cómo identificar a un psicópata?

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La figura del psicópata fascina tanto como preocupa. En Hollywood, a menudo se disfraza de asesino en serie dispuesto a asesinar a sus víctimas sin ningún remordimiento. El Joker, a la espera de juicio por cinco asesinatos en la película “Joker: Folie à Deux”, estrenada este miércoles, es el ejemplo perfecto de ello. Pero lejos de ser todos asesinos sedientos de sangre, las personalidades psicópatas son a veces buenas personas en todos los aspectos y están integradas en la sociedad. Y afortunadamente, ya que un estudio publicado en la revista Fronteras en psicología en 2021 revela que el 1,2% de la población sufriría psicopatía, según la prueba Psicopatía Checklist-Revised (PCL-R).

Las 20 características que definen a un psicópata

Esta prueba, desarrollada por el psicólogo Robert Hare a principios de los años 1980 para identificar rasgos de personalidad psicopática en los individuos, todavía se utiliza hoy en día principalmente en las prisiones. Incluye 20 características, calificadas en una escala de 0 a 2 basada en una entrevista clínica e información personal.

Entre estos criterios se encuentran la superficialidad, el narcisismo, la mentira repetida, la manipulación, la falta de remordimiento, la empatía y el control, la impulsividad, la irresponsabilidad por las propias acciones o incluso la dificultad para mantener relaciones a largo plazo y la ausencia de objetivos. Una puntuación superior a 33 se considera indicativa de psicopatía grave.

“El psicópata es una persona muy encantadora, a menudo dotada de un gran carisma, astuta, que sabe engañar a quienes le rodean y adaptarse a los demás, estando completamente desapegado de sus emociones e indiferente al sufrimiento de los demás”, resume Alexandra Allegra Mijovic, psicocriminóloga y practicante de psicoterapia. Es reflexivo y también sabe mostrar compostura, a diferencia del sociópata, por ejemplo, cuyo comportamiento es más errático. »

Predisposiciones a convertirse en psicópata

Más que una conducta que se va construyendo con los años, existen predisposiciones a convertirse en psicópata. Su cerebro, en primer lugar, funciona de manera diferente. Un estudio de 2012 del King’s College de Londres mostró menos materia gris en la corteza prefrontal y los polos temporales en personas diagnosticadas con psicopatía. Estas regiones están particularmente asociadas con emociones o comportamientos impulsivos.

Las variantes genéticas también definen la tendencia a la violencia, en particular los genes CDH13 y MAOA. Si todos pueden heredarlas de sus padres, no todos las manifiestan, explica un artículo de la Cité des Sciences.

Una prueba de que la psicopatía no es sinónimo de criminalidad, explica el neurocientífico estadounidense James Fallon en el documental “¿Hay un psicópata en nosotros? », estrenada en Arte en 2022, tiene cerebro de psicópata. El científico descubrió por casualidad, como parte de otra investigación, que su escáner cerebral se parecía mucho al de los asesinos psicópatas que ya había tenido la oportunidad de estudiar.

El trauma infantil como factor de riesgo

A través de investigaciones adicionales, también encontró rasgos genéticos asociados con la agresión y la psicopatía. “Tengo algunas características psicopáticas (como la manipulación), pero soy completamente normal”, dice. Si no se convirtió en un criminal peligroso, explica, probablemente sea gracias al entorno en el que evolucionó. Un shock en la infancia en particular puede generar una serie de alteraciones bioquímicas.

“El 100% de las personas con personalidad psicopática que he visto sufrieron traumas en su infancia, particularmente en las relaciones tempranas con quienes les rodean”, explica la psicóloga clínica especializada en psicocriminología Aline De Rolao. El niño se construye principalmente en la relación con sus padres y cuando ésta es defectuosa, inexistente o rechazante, puede haber consecuencias. »

Por tanto, las predisposiciones no serían inevitables. Ciertos rasgos de carácter psicopático serían incluso beneficiosos en determinadas profesiones, según muestra un estudio de Oxford publicado en 2012, como las de cocinero, cirujano o director ejecutivo.

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