John Cassavetes, actor y director, y Gena Rowlands, actriz, formaron una pareja legendaria en la intimidad y en el cine desde los años 60 en Nueva York. Las siete películas que rodaron juntos, la tremenda creatividad y la amistosa energía familiar que los rodeó hasta la muerte de Cassavetes en 1989, están en el corazón de un poderoso espectáculo teatral diseñado por Constance Meyer, Agathe Peyrard y Sébastien Pouderoux. Si bien Gena Rowlands acaba de fallecer este verano, viajamos a través de su vida, el arte y el amor que infundió a esta fabulosa pareja, alimentada por un inconformismo subversivo y una rabia devoradora por la vida.
Distinguir realidad de ficción
©Christophe Raynaud de Lage
El espectáculo comienza con un pastiche de La máscara y la plumaen un estudio de radio, donde Pauline Kael, suma sacerdotisa de neoyorquinose enfrenta al periodista Thierry Raymond, personaje inspirado en Ray Carney y gran admirador de Cassavetes, así como a la crítica Eloïse Cornet. De entrada, la última película del director divide. Es Dominique Blanc, real y cáustico como puede ser, quien interpreta al periodista estrella, destilando una crítica feroz y argumentada, demostrando en pocas palabras la vanidad y la nulidad del cine de Cassavetes, mientras Raymond, interpretado por el joven Antoine Prud’ de Boussinière, intenta con dificultad presentar algunos argumentos para defender a su querido cineasta. En cuanto a Eloïse Cornet, interpretada por Marina Hands, destaca en esta composición de una joven freelance evaporada, todavía temblando de timidez, presagiando el papel de Gena que interpretará a lo largo de la obra, la actriz enamorada, fanática y totalmente coautora. de la obra de la creación con su marido.
Transgresión
©Christophe Raynaud de Lage
Constance Meyer, guionista y directora, y Sébastien Pouderoux, actor, como pareja en la vida privada, se apasionaban por la brillantez creativa de esta pareja legendaria y por la forma casi marginal en que hacían películas de autor, arruinándose cada vez. , hipotecando su casa, discutiendo con todos, pero manteniendo, durante los años más difíciles, amigos leales y totalmente devotos. En esta epopeya entre la vida privada y los decorados cinematográficos, las oficinas de producción y las cocinas de los apartamentos donde se cocinan los espaguetis, conocemos al actor Peter Falk, el inspector Colombo, el actor favorito de Cassavetes, sobre todo en Maridos en 1970 y Una mujer bajo la influencia en 1974, una película que marcó el feminismo a través de la observación clínica de una madre al borde de la locura. Nicolas Chupin interpreta a Falk y Sébastien Pouderoux Cassavetes. Ambos forman un dúo salvaje y divertido, totalmente infantil y provocativo, que siempre se ha negado a ceder a los dictados del mundo del espectáculo. John Cassavetes murió en 1989.
Examen
Entre cada escena, la cámara retoma sus derechos filmando en primer plano un interrogatorio policial por una denuncia presentada por un técnico contra su director. Conocemos las escapadas y las huidas tempestuosas de Cassavetes, que era apasionado y bromista. Tras un puñetazo en el cuello recibido por uno de sus técnicos, éste presentó una denuncia y la policía hizo desfilar a todos los testigos hasta el lugar, que estaba muy empapado en alcohol. Lo que aprendemos de estas entrevistas, inspiradas en hechos reales, es la confusa realidad del temperamento del cineasta, su generosidad, su torpeza emocional, su nerviosismo que contribuyó a riñas y pequeñas venganzas.
©Christophe Raynaud de Lage
Jordan Rezgui, nuevo miembro de la Comédie Française Troupe, interpreta varios papeles con gran talento, y Rachel Collignon, Blanche Sottou, interpreta los demás personajes. La decoración sigue siendo única, compuesta por sillones que se mueven o por una mesa en la que se sienta la familia de Mabel, ama de casa frágil y vibrante que poco a poco se hunde en la locura, en Una mujer bajo la influenciacome con avidez sus espaguetis a la boloñesa. Sin pesadez provocada por vídeos o extractos de películas originales. Los autores del espectáculo favorecen la ligereza –aunque podemos criticar algunas extensiones en la representación–, la vivacidad orgánica del juego, la composición teatral, evocando la dificultad de vivir, de amar, de crear con total independencia. En este juego, Marina Hands, una presencia luminosa, totalmente vibrante y habitada, despliega su alargada silueta y su rostro hipermóvil en escenas memorables, mientras Dominique Blanc nos sorprende con una actuación de formidable y picante claridad. Qué hermoso tributo es este espectáculo en forma de oda a la libertad y la creación, para esta pareja cuya rabia por vivir y crear debería inspirarnos a todos.
Helene Kuttner
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