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Elipse o belleza en la imperfección

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La palabra “elipse” se vuelve mágica y retórica para el artista multidisciplinario de la Primera Nación Timiskaming, Dominic Lafontaine.

Su exploración de los reflejos y distorsiones de la luz, oscilando entre lo falso y lo real, le permite jugar con los materiales elegidos como un niño en un arenero. El viajero asistió a la inauguración de la exposición que tendrá lugar del 12 de septiembre al 25 de octubre de 2024 en la Galerie du Nouvel-Ontario (GNO), en la Place des Arts (PdA).

De la simplicidad digital a la material

Al igual que el “sorbete que enjuaga el paladar” entre plato y plato, el artista pasa sin problemas del uso de inteligencia artificial en sus obras a exposiciones internacionales, y de nuevo a materiales sencillos como hilo de pescar, cinta transparente y rollos de Mylar. Estas elecciones artísticas evocan recuerdos de la infancia, como el trenzado de ramitas, inspirado en su carrera escolar en escuelas católicas de North Bay y Kirkland Lake.

Tras una carrera internacional marcada por la innovación tecnológica, en Quebec, Columbia Británica, Bélgica, Israel y Barcelona, ​​el artista encontró finalmente su lugar en la escena artística franco-ontariana, donde ahora es reconocido por su capacidad de mezclar tecnología y simplicidad, identidad y humanidad, humor y absurdo, así como modernidad y memoria cultural.

De vuelta a casa…la elipse

Dominic Lafontaine vuelve a la idea de la elipsis, que viene explorando desde hace varios años. Su búsqueda de la palabra se hace eco de la elipsis literaria, esa figura retórica que consiste en omitir voluntariamente ciertos elementos, dejando al lector la libertad de rellenar los huecos. Esta capacidad de sugerir sin decirlo todo, de dejar que la imaginación o la interpretación tomen el control, se refleja en los puntos suspensivos, que evocan algo no dicho, un silencio o un elemento fuera de campo.

Como concepto matemático, la elipse es también una figura geométrica que pertenece a la familia de las secciones cónicas, junto con el círculo, la parábola y la hipérbola. Se forma, en particular, cuando un cilindro es cortado por un plano inclinado.

El artista también se inspiró en la teoría de nudos, una fascinante rama de las matemáticas. Profundizó en el estudio de los nudos para la formación y manipulación del Mylar en sus modelos para colgar en la pared y en el suelo. Su investigación sobre la teoría de nudos, definida por fórmulas polinómicas, le sorprendió al revelar que muchas aplicaciones de la física suelen ser difíciles de resolver, si no imposibles. Al crear cruces, giros, cortes con el material utilizado, la idea de los nudos que se observa en el trabajo exploratorio del artista evoca los nudos de los cordones de los zapatos, las corbatas, las trenzas del pelo e incluso la estructura de la molécula de ADN.

Entre bastidores del proceso creativo

El proceso creativo es a menudo una aventura de varias etapas, donde cada decisión y gesto abre nuevas perspectivas. Para Dominic Lafontaine, la historia narrativa comienza con la experimentación de formas con materiales simples, como un rollo de película de mylar, cinta adhesiva transparente e hilo de pescar. Estas exploraciones y pruebas iniciales son esenciales para sentar las bases de la obra futura. El artista se embarca en una auténtica montaña rusa creativa, cuestionando constantemente sus elecciones, llevando las formas hacia una complejidad cada vez mayor. Una de las ideas clave que emerge de este proceso es la de trenzar la película de mylar: el entrelazado de cuatro varillas adquiere la apariencia de un ritual meditativo. Los nudos creados no son solo puntos de conexión, sino intersecciones simbólicas, donde se cruzan las inspiraciones e intenciones del artista. Para acentuar esta dimensión, el uso del espacio se vuelve esencial: se colocan fijaciones en el techo y el suelo, permitiendo que las obras cobren vida en una nueva dinámica espacial. El juego de luces sublima estas creaciones, transformando formas y texturas en una verdadera coreografía visual. A través de estas etapas creativas, el artista consigue traspasar los límites de la imaginación, donde cada nudo, cada trenzado se convierte en una metáfora del vínculo entre el arte, la materia y el espacio.

El arte de la reflexión con Mylar

El Mylar, una fina lámina reflectante, se convierte para el artista en mucho más que un simple soporte: es una superficie que capta y refleja la luz, creando juegos de sombras y reflejos que enriquecen la experiencia visual. El reflejo de la luz sobre el Mylar no es sólo técnico, también es poético, ya que el artista transforma las fotos de las formas creadas a través de Photoshop para dar a sus creaciones un aura luminosa y colorida única.

El artista Dominic Lafontaine nos lleva a un viaje a través de sus obras, donde el uso del Mylar resulta ser un componente esencial de su estética. Como la danza perpetua de la Tierra alrededor del Sol o la Luna alrededor de la Tierra, el concepto de la elipse nos recuerda la belleza de los círculos imperfectos que gobiernan nuestro universo. Sus creaciones inspiradas en el tejido de ramas, con una, dos, cuatro hebras, exploran la forma en que la luz y la materia interactúan, transformando lo simple en sublime. A través del uso de esta sustancia como catalizador luminoso, Lafontaine nos invita a redescubrir la luz bajo una nueva forma.

Una búsqueda artística en el corazón del bosque

Según Emilio Portal, un artista de Sudbury que asistió a la inauguración, la instalación evoca la noción de bucles, de memoria, de esos ciclos que recuerdan los paseos por el bosque, a veces con su padre en el pasado, a veces con su hijo. Los seres humanos pueden recorrer el mismo camino durante 100 años, pero la experiencia cambia cada vez. Se mueve una roca, la temperatura varía, los sonidos son diferentes. La naturaleza lo transporta a otro universo, lo que le permite reflexionar sobre la importancia de los rituales, el recuerdo de sus antepasados ​​y las conexiones humanas que cada vez son más escasas.

Para Emilio, la inspiración surge de los lugares más inesperados. El bosque, lugar de búsqueda creativa, le permite construir formas y cuestionar el impacto de las tecnologías en nuestra conciencia. En un momento en el que la inteligencia artificial (IA) y las redes sociales están alterando nuestra relación con la memoria individual y colectiva, esta rápida transición a la era digital está cambiando profundamente nuestra relación con la naturaleza. La naturaleza, sin embargo, un poderoso vector de inspiración, nos recuerda nuestra conexión con nosotros mismos y con todos los que han fallecido. Destaca la tensión entre la innovación tecnológica y la sabiduría eterna de la naturaleza y los antepasados.

Una fusión innovadora con potencial infinito

Ya sea creando obras de arte interactivas que reaccionan a los movimientos del público o a los cambios en el entorno o explorando más a fondo la tecnología, las fotografías de las creaciones de Mylar combinadas con el software Photoshop permiten al artista ampliar los límites de la creación y la tecnología, abriendo el camino a innovaciones que antes eran inimaginables. La obra de arte final evoluciona y se vuelve dinámica, participando en una conversación visual continua entre el espacio, la luz y el espectador.

La instalación se convierte en un patio de juegos donde los espectadores interactúan con la luz difusa que pasa a través del Mylar creando un efecto psicodélico cautivador. Los selfies no capturan la realidad por completo, pero la experiencia interactiva de esta casa de la diversión Sigue siendo fascinante.

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