Gad Elmaleh creció en la capital económica. Recuerda con cariño su amor de juventud por su profesora de CE1, “por una razón básica, porque era rubia, y en Marruecos la mujer rubia es minoría”. Pero un recuerdo en particular lo marcó para siempre.
Durante una estancia en Marruecos, quiso volver a ver a Fátima. “Hace unos años, cuando estuve en Marruecos, quería ver a la mujer que estuvo muy presente en mi vida y que también me crió. El nombre de esta mujer es Fátima”, explicó. Quedó encontrarse con ella en un elegante hotel donde se hospedaba. “Había mucha gente esperándome, fans del programa que querían tomar fotos”, recuerda. Fátima, vestida con un pañuelo y una chilaba, esperaba pacientemente. “Ella no dice nada, espera muy dignamente. […] y cuando termino, me siento con ella y le digo que lo siento”.
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Fátima, con gran sabiduría, respondió: “No importa. Me recordó cuando eras un bebé y te acompañaba por las calles de Casablanca en tu cochecito. Tus ojos eran tan grandes y azules que todos se detuvieron y te miraron a los ojos. E hice que la gente creyera que eras mi hijo”. Una anécdota que conmovió profundamente a Gad Elmaleh. “Ella me asombró y me dije que lo que había visto era amor, el lado puro de todo, mientras yo estaba en modo de quedarme en casa”.