Durante mucho tiempo fueron los aplausos, el reconocimiento de sus compañeros. Tras abandonar su Gard natal cuando era mayor de edad para conquistar la Ciudad de la Luz, el joven descubrió el despiadado mundo del entretenimiento. Un paso por el Cours Florent antes de unirse a la cola de comediantes ambiciosos. En los sótanos de los clubes de comedia se encuentra con un público exigente y despiadado. Se mete por las puertas. Muchas puertas. Tanto es así que el joven Malik no está lejos de entregar las armas y recuperar el favor del capullo familiar, con las manos vacías por el clamor.
Antes de hacer las maletas, se da una última oportunidad al hacer una audición para actuar en Point Virgule, el famoso teatro de la capital. El intento es desastroso, el aprendiz de comediante llega al escenario sin municiones. En el jurado, un tal Alex Lutz, que entonces dirigía Sylvie Joly o Pierre Palmade, lo agarró por la manga cuando salía de la sala. Capta “algo” en él. “Nunca supe realmente qué era”, bromea Malik Bentalha. Le hice la pregunta un día y me habló de algo en mis ojos, de mi presencia. Le gustó lo que interpreté en el escenario, este pequeño de provincias que viene a París. Estaba sola, era mi última oportunidad. ¡Me recogió en el tiempo añadido!
Sin dinero y sin una solución mágica, Malik Bentalha encuentra en Alex Lutz un “hermano mayor”. Éste le ofrece un pequeño trabajo “pagado con un salario exorbitante”, le hace de garante de su apartamento y le presenta a Antoinette Colin, directora artística de Point Virgule, para que pueda representarse a sí mismo. El currículum vitae de Alex Lutz tranquiliza a sus padres, preocupados por ver a su hijo hundirse en un sueño de vida inaccesible. “Alex tiene un lugar especial en mi historia, está por encima de todos. Hizo lo que ni siquiera la gente de mi familia hubiera hecho, excepto mis padres. Es la persona que más ha significado en mi vida profesional. Podría ir hasta los confines de la tierra por él”. El pasado mes de junio, mientras el “hermano pequeño” merodeaba solo en el escenario ante un centenar de espectadores privilegiados, Alex Lutz seguía en un rincón, con el gorro enroscado en la cabeza, observando de incógnito el regreso del favor del niño al que había una vez lo supe. Ya no se ven con tanta frecuencia como antes, pero su amistad no se ve afectada en absoluto por silencios o ausencias.
Esta primera mano extendida permitió a Malik Bentalha estrechar a los demás. Instalándose pacientemente en una escena del stand-up aún no tan visible como lo es hoy, en 2010 se cruzó con Gad Elmaleh y Jamel Debbouze. El jefe del Jamel Comedy Club lo invita a unirse a su compañía y luego actuar en la primera parte de su espectáculo. Todo sobre Jamel. “Ellos son quienes me hicieron querer hacer este trabajo. Sin ellos, nunca habría ido a París ni habría abordado temas que me conmueven”. Cuando hablamos de sus trayectorias frustradas –sí, de ellos también–, de sus reveses en el escenario o frente a las cámaras, el comediante responde: “Nunca diré cosas malas de ellos. Tengo respeto por mis mayores y encuentro que eso hoy se ha perdido. Se acercaron a mí en algún momento de mi vida. Mi carrera habría tardado más en despegar sin Jamel”.