Muerte glamorosa
con la ola muerte positivaes toda una imaginación que renace. Adiós al arquetipo del empresario de pompas fúnebres austero y masculino: el sector se feminiza y sale de las sombras. Algunos, como Mimi Mythen, incluso lo convierten en una forma de vida por derecho propio. Entre dos contenidos filmados en la sala de preparación, la veinteañera, recién graduada de una escuela mortuoria, no duda en compartir con ella seguidores sus outfits de trabajo –completamente ordinarios–, como una influencer de moda, o para saludar a su comunidad con una irónica «buen luto» (“buen luto”). Por su parte, su compatriota Rosie Grant no trabaja en el campo de la muerte, pero disfruta elaborando recetas de cocina inscritas en lápidas (esto es más común de lo que se podría pensar). Después de todo, ¿qué podría ser más eficaz para desmitificar la muerte que una pizca de ligereza?
Para Juliette Cazes, investigadora independiente en tanatología y creadora del medio Le Bizarreum, el entusiasmo generado por el movimiento muerte positiva Tampoco es ajena a una cierta estética que se ciñe a las profesiones funerarias, “percibido como algo transgresor”.
El éxito, a principios de la década de 2000, de series como Huesos, alrededor de un antropólogo forense examinando esqueletos, o Seis pies bajo tierraque cuenta la (no tan deprimente) vida cotidiana de una familia que trabaja en funerarias, también habría, según ella, “un impacto significativo en una audiencia joven. Todo el mundo quiere saber qué hacemos con los muertos, porque cuanto menos explicamos, más gente imaginará cosas falsas., continúa Juliette Cazes. El problema es que también vendemos a través de las redes sociales una imagen algo sobrevalorada y glamorosa de los directores de funerarias a los más jóvenes, sin mencionar los problemas reales: salarios muy bajos, escaso reconocimiento social…”.