El público se mostró entusiasmado el martes 5 de noviembre de 2024, aplaudiendo a los artistas en escena con gran generosidad durante toda la actuación. En el medidor de aplausos, el éxito de La Flauta Mágica, La versión de Robert Carsen, no se puede negar.
El espectáculo comienza en un bosque, donde el príncipe Tamino, interpretado por Pavol Breslik, que ya interpretó este papel en el pasado, es atacado por una serpiente y pierde el conocimiento. Es salvado por las tres damas de honor de la Reina de la Noche, vestidas todas de negro, que matan al reptil con pistolas. Cautivados por la belleza del príncipe, se pelean, cada uno queriendo quedarse a solas con él para dejar que los demás le lleven la noticia a la reina.
Tras su partida llega el cazador de pájaros Papageno, un bon vivant en busca de su Papagena, que no ve nada malo en monopolizar la hazaña de matar a la serpiente. Y darse cuenta de su error cuando regresan las tres damas que lo castigan. Al ver el retrato de Pamina, la hija de la Reina de la Noche -un retrato que el público descubre en un vídeo en una pantalla gigante-, el príncipe se deja seducir. Y como en todos los cuentos, el príncipe se enamora inmediatamente y debe liberar a la princesa de las garras del malvado Sarastro, y especialmente del sirviente Monostatos.
Armados con una flauta mágica y un timbre mágico, el príncipe Tamino y Papageno se embarcan en la aventura. La historia luego toma otro giro donde las apariencias pueden engañar. La última ópera de Mozart, compuesta y estrenada en el año de su muerte en 1791, puede abordarse de varias maneras: relato, viaje filosófico, ritual de iniciación masónica…
La obra comienza como una comedia y luego penetra en zonas cada vez más oscuras. De la luz a la oscuridad, de la claridad a las profundidades misteriosas, de la vida a la muerte, de la muerte a la vida, todo ello reserva muchas sorpresas. En el escenario se suceden cuadros con decoraciones minimalistas.
La muerte, omnipresente, acecha. “Cuando volví a estudiar el libreto, veinte años después de haberlo puesto en escena por primera vez, me llamó la atención un aspecto que extrañamente se me había escapado en ese momento: la obsesión por la muerte. Hay no menos de sesenta apariciones de esta palabra en el texto. comenta, en el libreto, el director canadiense. En el segundo acto, la narrativa original da paso a una nueva imaginación. El malvado Sarastro resulta ser otra persona. Mozart, masón y en el ocaso de su vida, a sus 35 años, muestra un ritual iniciático que cuestiona la vida y la muerte.
Jean Teitgen interpreta a un Sarastro enigmático y profundo. Impresiona por su interpretación vocal, pero también por su interpretación escénica. Otro papel entrañable: Papageno, interpretado con picardía y deleite por Mikhail Timoshenko. El bajo-barítono ruso recibió una larga ovación del público, especialmente durante el escenario de su encuentro con Papagena (Ilanah Lobel-Torres). El personaje principal sigue siendo la música. Por primera vez al frente de la Orquesta de la Ópera de París en una obra lírica, la directora ucraniana Oksana Lyniv ofrece una dirección eficaz y ligera. La Flauta Mágica, un trabajo en varios niveles de lectura.