Mohamed Kotiba, maestro marroquí del cubismo, descompone la realidad para revelar su esencia. A través de tonos monocromáticos y formas geométricas, sus obras vibran con vida propia, invitando a la mirada a un viaje entre la abstracción y la realidad. Un legado visual que reinventa el movimiento, capturando el alma cambiante de Marruecos
Pocos artistas en Marruecos se han atrevido a aventurarse en los territorios fragmentados del cubismo, y menos aún han podido imponer allí su firma… Mohamed Kotiba, nacido en Casablanca en 1953, es uno de estos raros pioneros. A lo largo de las décadas, ha trazado una trayectoria singular, enriqueciendo el panorama artístico marroquí con una visión que, si bien se nutrió de Braque y Picasso, supo trascender sus códigos para ofrecer un lenguaje visual único.
Desde sus primeros pasos en el arte, Kotiba se mostró impulsado por una búsqueda: la de descomponer la realidad para revelar su esencia. Sus primeras obras, marcadas por una aproximación figurativa al cubismo, presentan un mundo en fragmentos, un espejo roto donde cada fragmento capta una verdad diferente. Sin embargo, esta mirada fragmentada nunca descendió al caos, al contrario, ofreció una lectura alternativa de la realidad, donde cada ángulo, cada forma cuenta una parte de la historia colectiva marroquí.
En los años siguientes, Kotiba perfeccionó su técnica, introduciendo una paleta monocromática y un toque de semi-abstracción. Mientras que otros podrían haber cedido ante el intelectualismo puro del cubismo clásico, Kotiba inyecta vivacidad en sus composiciones, casi un soplo de vida. Sus pinturas, lejos de la fría inmovilidad, vibran, distorsionan, nos introducen en una danza donde el movimiento es palpable. A través de un sutil juego de formas geométricas, sus obras son ventanas a una realidad cambiante, capturada en su eterno movimiento.
El enfoque de Kotiba también se expresa en la elección de los medios. Pasando de la tinta china al acrílico, de la acuarela a las técnicas mixtas, explora una paleta de expresiones que le permite tejer emociones contrastantes, desde la ligereza etérea hasta la profundidad dramática. Cada una de sus obras es una invitación a la contemplación plural, donde la mirada se pierde para encontrarse mejor.
Mucho más allá de su muerte en 2016, el legado de Kotiba sigue resonando. Sus composiciones, adquiridas por coleccionistas e instituciones de prestigio, siguen siendo iconos del arte marroquí contemporáneo, y su influencia se puede comprobar en las obras de jóvenes artistas que hoy continúan su gesto cubista. Kotiba no sólo dejó una huella, sino que se forjó una identidad…