En Escocia, los últimos fabricantes artesanales de gaitas

En Escocia, los últimos fabricantes artesanales de gaitas
En Escocia, los últimos fabricantes artesanales de gaitas
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En su taller situado en el corazón del barrio histórico de Edimburgo, Ruari Black es uno de los últimos artesanos que fabrica gaitas totalmente a mano, manteniendo un saber hacer emblemático de Escocia que ahora está desapareciendo.

Cerca de la Royal Mile, la avenida que conecta el Palacio de Holyrood y el Castillo de Edimburgo, “Kilberry Bagpipes” no parece gran cosa, con su cartel un poco anticuado y su ventana enrejada.

“Somos uno de los últimos fabricantes artesanales, sin duda en Edimburgo, la capital de Escocia, pero probablemente en todo el mundo”, dice Ruari Black mientras da forma a una pipa con un torno.

Inseparables de la cultura celta y de la región de las Tierras Altas de Escocia, las gaitas, conocidas por sus sonidos potentes y embriagadores, se utilizaron especialmente hasta el siglo XX para levantar la moral de los soldados escoceses en los campos de batalla, incluso en las playas del Desembarco en Normandía durante la Segunda Guerra Mundial. Guerra Mundial.

Pero hoy en día, este instrumento de viento compuesto por varios tubos (los drones) y una bolsa que contiene el aire que sopla el intérprete, se fabrica con mayor frecuencia de forma industrial.

Existen otras variantes en muchas regiones, especialmente en el Magreb, los Balcanes o en otras partes de Europa.

En Kilberry, taller fundado en 1990 por dos gaiteros, entre ellos Dave Wardell, todavía presente, la cartera de pedidos es tal que un cliente debe esperar unos dos años para obtener su gaita.

Hacer un instrumento lleva aproximadamente una semana, dice Ruari Black.

Después de taladrar y dar forma a los tubos, el artesano los equipa con soportes y anillos, realiza los retoques finales e instala los distintos componentes fijándolos en la cavidad.

– Hijo inimitable –

Una vez terminadas, las gaitas producen “nuestro sonido distintivo”, asegura Ruari Black, que se unió a Kilberry en 2019 para realizar su aprendizaje.

“Nos esforzamos por tener esa coherencia en cada instrumento, para asegurarnos de que suenen igual”, aunque cada uno tiene “su propio carácter, en términos de apariencia”, añade.

Esta exigencia atrae a clientes de todo el mundo, dispuestos a pagar entre 1.200 y 6.000 libras (entre 1.430 y 7.200 euros) por una gaita tradicional de las Highlands.

“Quieren ese sonido que nos esforzamos por producir”, insiste Ruari Black.

Hay tanto instrumentistas experimentados como principiantes que quieren darse su primera práctica con el “chanter”, el pequeño tubo que permite tocar la melodía.

Para Ruari Black, es fácil diferenciar un instrumento hecho a mano de otro hecho a máquina, no teniendo este último el acabado característico de un instrumento “torneado a mano”, ni los motivos decorativos que el artesano graba en las gaitas.

Algunos instrumentos producidos en masa también destacan por utilizar marfil sintético para las monturas, en lugar de marfil genuino, señala.

Los artesanos también intentan ahora renunciar a este material raro, procedente de animales protegidos, buscando otras opciones, como los cuernos de alce.

“Los alces pierden sus astas” de forma natural, lo que los convierte en una opción alternativa más sostenible, dice Ruari Black.

A pesar de esta adaptación a la tradición, según él, nada podrá sustituir jamás a una gaita hecha a mano.

“Seguir haciéndolos a mano significa mucho para mí, así se ha hecho siempre”, subraya.

Y si bien lamenta ser “uno de los últimos en continuar algo que está desapareciendo”, está “feliz de perpetuar” esta tradición.

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