Una delicada exploración del amor entre dos culturas.

Una delicada exploración del amor entre dos culturas.
Una delicada exploración del amor entre dos culturas.
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En su quinto largometraje, “Black Tea”, Abderrahmane Sissako explora con gran delicadeza el frágil amor entre una mujer africana y un hombre taiwanés. La película huye de la fantasía y el exotismo al narrar esta improbable unión. Sissako, fiel a su estilo, filma más el paso del tiempo que los personajes o los paisajes, creando una experiencia visual única. “Black Tea” utiliza el ritual del té para imponer un ritmo pacífico a la narrativa.

La mirada juega un papel crucial en el cine de Sissako, como en “Heremakono”. Esta elección narrativa favorece una sobriedad del diálogo y una intensidad emocional amplificada por el uso de silencios y claroscuros íntimos. La película cuestiona la naturaleza del amor y la ilusión, dejando dudas sobre la realidad de los hechos mostrados.

La historia de Aya comienza con una negativa a casarse en Costa de Marfil, lo que la empuja a establecerse en China. Allí trabaja para Cai, su nuevo jefe, y nace una relación romántica en un ambiente discreto. La película entrelaza los viajes de Aya, Cai y otros personajes, entrelazados en una historia rica en cuestiones de identidad.

A través de Aya y Cai, Sissako explora los desafíos del amor a través de las diferencias culturales y raciales. La película cita la desconfianza y el racismo, al tiempo que esboza un futuro mixto. El final, abierto, invita a diversas interpretaciones, y “Black Tea” se posiciona como una obra que aboga por un nuevo humanismo, apoyado en la música de Armand Amar.

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