Chantal Akerman desde todos los ángulos

Chantal Akerman desde todos los ángulos
Chantal Akerman desde todos los ángulos
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Fotografía de rodaje de “Jeanne Dielman, 23, quai du Commerce, 1080 Bruselas” (1975), de Chantal Akerman. COLECCIONES CINEMATEK/FONDATION CHANTAL AKERMAN/BORIS LEHMAN/ADAGP, PARÍS, 2024

Diez años. Quizás este sea el tiempo necesario para que una obra se consolide como un todo y atraiga nuevas perspectivas. Así, el regreso a las salas de la obra de Chantal Akerman, casi una década después de su suicidio en octubre de 2015, constituye un acontecimiento importante del otoño cinéfilo. En abril de 2023, el lanzamiento de Jeanne Dielman, 23, quai du Commerce, 1080 Bruselas (1975) reunió a veinte mil espectadores en doscientas pantallas.

La distribuidora Capricci deja claro este punto con una retrospectiva de dieciséis largometrajes recién restaurados por la Cinemateca Real de Bélgica. Esta salva se divide en dos etapas: un primer ciclo (“1974-1993”) en salas desde el 25 de septiembre, el segundo (“1996-2015”) a partir del 23 de octubre. A lo que se suma una exposición en el Jeu de Paume, en París (“Chantal Akerman. De viaje”, hasta el 19 de enero de 2025), se centró en la obra plástica de la cineasta, a través de un recorrido por instalaciones y archivos. Todo ello rematado con una generosa caja Blu-ray con cuarenta y seis películas, prevista para mediados de octubre.

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Este regreso en bloque invita, una vez pasado el monumento Jeanne Dielmanexplorar los vastos desvíos de la obra que hay detrás, a menudo percibidos en sus líneas de ruptura (ficciones, documentales, películas para televisión, autorretratos), pero cuya coherencia obsesiva comprendemos mejor hoy. Nacida en 1950 en los suburbios de Bruselas, Chantal Akerman se puso muy pronto detrás de la cámara y, a los 18 años, rodó su primer cortometraje, el explosivo Salta mi ciudad (1968). En sus inicios, absorbió algunas de las aventuras estéticas más radicales de la época: en primer lugar, la de la modernidad europea, a la que se sumó bajo el impulso de Pierrot el tonto (1965), de Jean-Luc Godard; luego el de la vanguardia americana (Michael Snow, Jonas Mekas, Andy Warhol), en el que se sumergió durante una estancia en Nueva York a principios de los años 1970.

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Su cine mantendrá esta doble exigencia formal, sin renunciar a llegar al público, a través de la comedia (Un sofá en Nueva York1996; mañana nos mudamos2004), tu musical (Años ochenta dorados1986) o romance (La Cautiva2000, después de Proust; La Folie Almayer2011, después de Conrad).

Horizontes opuestos

La belleza del cine de Akerman es crear una tensión entre dos horizontes opuestos: de un lado el dormitorio, donde nos retiramos, del otro el mundo o la tentación de la distancia. Todo el desafío consiste en encontrar pasajes de uno a otro o establecer cortocircuitos. En yo, tu, el, ella (1974), la directora se retrata como una reclusa indolente en su apartamento, un pequeño mundo que reconfigura a su antojo moviendo los muebles. Y finalmente la joven sale, se sube al azar a un camión, camina un largo camino con el conductor (Niels Arestrup) y entonces toda la alteridad del mundo entra en su campo de visión. En Noticias desde casa (1977), Akerman recopila vistas de Nueva York bajo una luz no legendaria (calles anónimas, barrios sin carácter), mientras, en off, se leen cartas firmadas por su madre. La ciudad indiferente, descompuesta en líneas y superficies, se percibe a través del filtro de esta filiación epistolar.

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