Publicado el 29 de septiembre de 2024 a las 13:16 / Modificado el 29 de septiembre de 2024 a las 15:05
Un querubín de rizos rubios y un pequeño diablillo. El antagonismo de este cartel resume la forma en que se percibe al fotógrafo que lo creó, Oliviero Toscani: para algunos (incluidos intelectuales como el filósofo Gilles Lipovetsky), un brillante denunciante que empuja a los consumidores a pensar; para otros, un vil reciclador del sufrimiento humano con fines comerciales. Lo cierto es que, a lo largo de los años 1990, Toscani suscitó apasionados debates con sus impactantes imágenes que se han convertido en iconos, a través de Luciano Benetton, fundador de la marca, su mecenas, su “Laurent de Medici”.
Hijo de un fotoperiodista, Toscani se formó en la Kunstgewerbeschule de Zurich. En este campus, en lo que hoy es el Museum für Gestaltung, se celebró su primera retrospectiva. Gracias a sus archivos inéditos de negros y homosexuales en Nueva York en la década de 1970, parece que la no discriminación siempre ha estado en el centro de sus preocupaciones. La bella escenografía de la exposición revela las imágenes más controvertidas y nos permite descubrir dos facetas menos conocidas: fotografías de celebridades (ya expuestas en 2022 en Milán) y su obra única en blanco y negro, retratos de supervivientes italianos de una masacre cometida por los nazis en 1944. Como para reproducir las tensiones que atravesaron su obra, se exhiben en la misma sección que los retratos de los presos condenados a muerte estadounidenses.
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