Desde que Mike Matheson fue retirado de la primera unidad de juego de poder, el ataque de los Montreal Canadiens ha luchado por recuperar su efectividad.
Lo que debería haber sido una transición natural, con la integración de Patrik Laine y Lane Hutson, rápidamente reveló fallas que ya no se pueden ignorar.
Los números hablan por sí solos: desde que Matheson dejó su puesto, la eficiencia del juego de poder de los Habs ha caído al 14,8%, un fuerte descenso en comparación con el inicio de la temporada.
Una caída del impulso que alimenta las frustraciones de la afición, pero sobre todo, que alimenta un sentimiento de venganza en Matheson.
Un ataque fallido
Patrik Laine y Lane Hutson, que tomaron las riendas del juego de poder, no dieron los resultados esperados. Claro, Laine tiene tres goles de power play en los últimos seis juegos, pero esos también son los únicos que el equipo ha marcado en esas situaciones.
El resto de la unidad parece desorganizado, y los jugadores luchan por adaptarse a este dúo con un estilo impredecible. A Laine le encanta patinar con el disco, incluso en el juego de poder, y Hutson, aunque tiene un talento excepcional, lucha por integrar completamente la estructura colectiva requerida en este nivel.
Esta nueva configuración también sacó a Cole Caufield de su posición favorita, para disgusto del joven goleador estrella.
El círculo de izquierda, que antes era su oficina, ahora lo comparte con Laine, lo que crea una convivencia incómoda.
Caufield, acostumbrado a pegar fuerte en estos momentos, ve diluido su papel ofensivo, lo que se refleja en el descenso generalizado del rendimiento del equipo en el juego de poder.
Martin St-Louis no ocultó su descontento por las dificultades de esta nueva unidad.
“No es uno a uno. Él aprende que »explicó sobre Hutson, recordando a sus jugadores que el juego de poder se basa en una dinámica colectiva y no en habilidades individuales aisladas.
Estos ajustes llevan tiempo, pero con la eficiencia cayendo al 14,8% desde la revisión, los Habs ya no pueden darse el lujo de “ahogarse”.
Los comentarios de Laine después de su segundo partido con el uniforme canadiense ilustran claramente esta dificultad:
“La mitad del tiempo no tengo idea de lo que él (Hutson) va a hacer. »
Aunque lo diga con tono divertido, este comentario demuestra la falta de sincronización entre las estrellas de la nueva unidad de juego de poder.
Mientras el equipo lucha por adaptarse, la ausencia de Matheson se siente profundamente.
¡Qué cambio!
Con él, la unidad de juego de poder parecía más estructurada, más predecible en el buen sentido. Matheson, aunque menos extravagante que Hutson, supo orquestar la jugada con calma y precisión, explotando las fortalezas de sus compañeros sin monopolizar el disco.
Su descenso no sólo afectó a su propio papel en el equipo, sino que también desequilibró toda la estrategia ofensiva del canadiense.
Para Matheson, esta situación es una doble humillación. No sólo ha perdido su lugar debido al ascenso de Hutson al poder, sino que también debe ser testigo de una disminución en su desempeño que, indirectamente, justifica su valor pasado.
Orgullo herido o mayor motivación, Matheson ahora parece dispuesto a demostrar que su lugar en esta unidad era merecido.
Si el aprendizaje colectivo de esta nueva configuración tarda en dar frutos, no es impensable que St-Louis decida darle a Matheson otra oportunidad, al menos para estabilizar la ventaja numérica.
Una decisión así no sólo sería un reconocimiento de su importancia pasada, sino también una forma de devolver la confianza a un equipo que está luchando por aprovechar sus oportunidades.
Mientras tanto, Matheson sigue esperando el momento oportuno, dispuesto a aprovechar la más mínima oportunidad para demostrar que su ausencia ha dejado un vacío que ni Hutson ni Laine han conseguido llenar todavía.
Porque si los Habs quieren recuperar su eficacia en el juego de poder, es posible que tengan que mirar atrás para seguir adelante.
Y para Mike Matheson, esta bien podría ser la oportunidad perfecta para vengarse… antes de ser canjeado.
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Cole Caufield también debe mantener la calma.
El delantero es conocido por su relámpago y su instinto goleador, pero también es un jugador que entiende la importancia del equipo.
Sin embargo, detrás de su deslumbrante sonrisa, es difícil creer que perder su “oficina de ventajas digitales” no le haga hervir por dentro.
Desde la llegada de Patrik Laine, Caufield ha tenido que renunciar a su posición favorita en el juego de poder. Laine, también un tirador nato, se instaló donde Caufield construyó su reputación.
Esta decisión estratégica de Martin St-Louis pretende diversificar las opciones ofensivas de los Habs, pero sin duda obligó a Caufield a reajustar su papel.
En lugar de quejarse o mostrar signos de descontento, el joven extremo optó por actuar como un “buen príncipe”, anteponiendo el equipo a sus intereses personales.
Sin embargo, podemos imaginar que, bajo su aparente calma, la situación lo está carcomiendo.
Para un competidor como Caufield, acostumbrado a ser el centro de atención y recibir discos en su lugar favorito, este descenso forzoso debe ser un ejercicio constante de autocontrol.
Las estadísticas muestran que Caufield es particularmente eficaz en este lugar específico. De sus siete goles en power play esta temporada, cinco los ha marcado desde ese círculo izquierdo.
Verlo reposicionado en otro lugar del hielo inevitablemente reduce su impacto, y esta pérdida de efectividad no ha escapado a los fanáticos.
Algunos incluso cuestionan la relevancia de esta convivencia entre Caufield y Laine, dos jugadores que parecen competir por el mismo territorio.
Lo que es notable es la actitud de Caufield ante esta situación. En lugar de hacer olas o mostrar signos de impaciencia, se adaptó sin pestañear y prefirió trabajar en silencio para contribuir al equipo.
Esta madurez, poco común en un jugador de su edad, demuestra su compromiso con el éxito colectivo de los Habs.
“Es un buen príncipe”, dirán algunos, y no se equivocarán. Pero esta capacidad de hacerse a un lado para dejar espacio a otros demuestra una profunda comprensión del hockey como juego de equipo.
Caufield sabe que las decisiones de Martin St-Louis pretenden maximizar las posibilidades de éxito del canadiense, aunque ello implique un sacrificio personal para él.
Dicho esto, es difícil imaginar que este cambio no haya encendido una llama adicional en Caufield.
Esta frustración interior bien podría convertirse en su fuerza impulsora. Por no hablar de su exclusión de la selección americana para el torneo de las 4 naciones.
Continúa trabajando en su juego, esperando el momento en que pueda demostrar que merece recuperar su lugar favorito en el juego de poder.
Porque si Caufield muestra madurez al aceptar este papel secundario, sigue siendo un competidor feroz, decidido a convertirse una vez más en el principal tirador de los Habs.
Y cuando llegue ese momento, no hay duda de que estará listo para recuperar su escritorio y recordarles a todos por qué es una de las armas ofensivas más temibles de la NHL.
Por ahora está haciendo gala de una paciencia admirable, pero todos sabemos que por dentro la cosa está hirviendo.
Cole Caufield volverá a brillar si encuentra su “oficina”. Pero Patrik Laine ya es el favorito de Martin St-Louis.
Caufield va a romperlo todo…
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