Michel Bergeron, apodado “el Tigre”, volvió a mostrarse implacable con Martin St-Louis y parece haber encontrado una nueva causa que defender: la idea de Patrick Roy detrás del banquillo de los Montreal Canadiens.
Con una intensidad que podría mover montañas a pesar de sus 78 años, Bergeron sigue proclamando que Roy es el hombre necesario para devolverle una identidad fuerte a la CH.
Llegando incluso a sugerir un intercambio ficticio entre Martin St-Louis y Patrick Roy, declaró, medio enojado, medio enojado:
“Envía a St. Louis a Long Island, traigamos a Roy de regreso a Montreal. »
Esta broma, que recuerda el histórico intercambio del propio Bergeron en 1987, cuando fue transferido de los Quebec Nordiques a los New York Rangers por una selección de segunda ronda, no es tan inocente como parece.
Bergeron toca un punto delicado: la creciente frustración de los seguidores por la falta de una identidad clara dentro de la organización.
Para Bergeron, el canadiense atraviesa una profunda crisis, no sólo en el hielo, sino también en sus despachos. Su reciente perorata en TVA Sports ilustra esta frustración:
“¿Cuál es la identidad del canadiense? Anderson es expulsado al final del partido cuando la red está vacía. ¡Eso no tiene ningún sentido! »
Su indignación no termina ahí. Bergeron también apunta a Kent Hughes, a quien acusa de navegar por vista:
“Demasiados defensores, pocos delanteros, selecciones extrañas en el draft… parece que tienen miedo de correr riesgos. Mire a Michkov y sus discos en Filadelfia, o a Logan Cooley que explota en Utah. Y miramos a Slafkovsky que está estancado. ¡El CH no tiene identidad! »
Estos comentarios reflejan un malestar palpable entre los partidarios, frustrados por casi tres años de inconsistencias en las decisiones estratégicas de reconstrucción en el Country Club y Gorton, Hughes, St. Louis y asociados.
Para Bergeron, la solución pasa por Patrick Roy, un hombre al que considera capaz de sacudir esta organización que considera demasiado “blanda”.
Uno de los argumentos centrales de Bergeron a favor de Roy es su capacidad para acabar con el club de campo, que él cree que está arruinando a la organización.
Roy, con su legendaria franqueza y su enfoque intransigente, encarnaría la renovación que el canadiense tanto necesita.
A diferencia de Martin St-Louis, a menudo visto como una opción cercana debido a su conexión amistosa con Kent Hughes, Roy aportaría legitimidad y credibilidad inmediatas arraigadas en su glorioso pasado con la CH.
Bergeron va más allá en su crítica al St-Louis, al que acusa de falta de coherencia en sus decisiones:
“Nuestro máximo goleador es Cole Caufield, ¿verdad? Entonces, ¿por qué está en el banquillo al final del partido?
¿Cuál es esta lógica? Le pagamos a Caufield para que marque goles, no para que intente revivir a un tipo que no avanza. »
Este enfado de Bergeron, aunque a veces excesivo y preocupante para sus allegados a sus 78 años, resuena en algunos aficionados, que ven en Patrick Roy una figura capaz de restablecer un claro sentido de dirección.
Roy sería el hombre que recuperaría una identidad fuerte, tanto en el hielo como en la gestión del equipo.
Bergeron no duda en señalar otros aspectos problemáticos de la organización. Critica especialmente el hecho de que Cayden Primeau no haya sido enviado a waivers, lo que considera una receta para el desastre.
También predice que continuará la caída libre en la clasificación de los Canadiens, alegando que el equipo no tiene los recursos necesarios para competir en una NHL cada vez más competitiva.
Según él, los próximos cinco partidos podrían sellar el destino del St-Louis, sobre todo si se acumulan las derrotas.
Mientras tanto, el público quebequense ya mira hacia el futuro, esperando que la CH pueda seleccionar a un jugador excepcional como James Hagens, Porter Martone o Matthew Schaefer en el draft de 2025.
Pero para Bergeron, una buena selección del draft no será suficiente para resolver los problemas estructurales de la organización. Patrick Roy, como entrenador, sería la piedra angular de una profunda transformación.
A pesar de sus críticas, a menudo mordaces, y de su estilo provocativo, Michel Bergeron toca una fibra sensible. Destaca problemas reales dentro de la organización Canadiens: una identidad vaga, decisiones estratégicas dignas de pipí y una creciente impaciencia entre los fanáticos.
Su insistencia en Patrick Roy refleja un deseo colectivo de cambio, un deseo de ver a una figura fuerte y decidida tomar el mando.
Mientras las críticas a Martin St-Louis se intensificaban, Bergeron se mantuvo fiel a su opinión: no le gustaba, no le gusta y nunca le gustará Martin St-Louis.
Para nosotros tiene razón en todos los aspectos.
Una cosa es segura: mientras el canadiense no encuentre una dirección clara y una autoridad real en la sala en lugar de en un club de campo, el nombre de Patrick Roy seguirá flotando sobre el Bell Centre.
Y si un día Roy realmente regresa a Montreal, Bergeron podrá decir con una sonrisa: “Te lo dije. »
Michel Bergeron no es el único que critica a Martin St-Louis.
Se une al gran Réjean Tremblay, otro observador influyente en Quebec que nunca ha tenido buenos sentimientos hacia el entrenador de los Canadiens.
Tremblay ha llamado a menudo a St-Louis un “facilitador pastoral”, una expresión mordaz que ilustra perfectamente su desprecio por el enfoque paternalista e indulgente del entrenador.
Tremblay lanzó una crítica dura, pero justificada. Según él, a este equipo le falta espíritu de lucha y corazón, cualidades esenciales para sobrevivir y prosperar en una liga tan exigente como la NHL.
“Al ataque le falta pegada bajo presión. Lo vimos a menudo este año. Falta de ganas, falta de ira y falta de corazón”dijo sin rodeos.
Estas palabras resonaron en muchos aficionados que comparten esta frustración con un equipo que parece conformarse con la mediocridad.
Para Tremblay, el problema va más allá de los jugadores. Critica abiertamente a Martin St-Louis, que prefiere animar a sus jóvenes jugadores con discursos positivos y poéticos en lugar de llevarlos al límite.
“Martin St-Louis encontró todas las fórmulas de la poesía del siglo XVII para explicar las derrotas y elogiar los esfuerzos de sus hijos. Pero se sabe que los ositos de peluche rara vez son guerreros victoriosos”.dijo con su franqueza habitual.
Según Tremblay, este enfoque no forma campeones. Insta a San Luis a abandonar su papel de facilitador pastoral y abrazar el espíritu de competencia.
La NHL no es una liga de desarrollo ni un lugar para repartir insignias de participación. Aquí sólo cuenta la victoria.
Al igual que Bergeron, Tremblay también lamenta la falta de identidad en el seno del canadiense. Un equipo sin alma, sin rumbo, que navega entre la niebla.
Subraya que esta mentalidad se sustenta en un discurso demasiado “blando”, donde el esfuerzo parece ser suficiente, incluso en ausencia de resultados concretos.
Esta filosofía contrasta con la que aportaría Patrick Roy. Bergeron y Tremblay coinciden en que Roy, con su carácter explosivo y su enfoque intransigente, es el tipo de líder que los canadienses necesitan desesperadamente.
Roy nunca toleraría un equipo que jugara sin corazón o aceptara la derrota como parte normal del proceso.
Las crecientes críticas a Martin St-Louis muestran que su margen de maniobra está disminuyendo rápidamente. Si CH no consigue cambiar las cosas esta temporada, las peticiones de su salida corren el riesgo de volverse inevitables.
Para Tremblay y Bergeron, la solución es clara: es hora de que el canadiense cambie a su facilitador pastoral por un verdadero guerrero.
El mensaje de Tremblay es inequívoco:
“Mientras St-Louis siga gestionando este equipo como un facilitador pastoral, la CH no irá a ninguna parte. Es hora de jugar para ganar. »
Mientras Martin St-Louis persista en un enfoque afectuoso y amable, nunca podrá transformar este equipo en un verdadero contendiente.
Los aficionados, apasionados y exigentes, merecen algo mejor. Merecen una organización con una identidad fuerte, una mentalidad ganadora y un líder dispuesto a guiarlos hasta la cima.
Ya no es el momento de discursos tranquilizadores y justificaciones, sino de acción y resultados.
Si St. Louis no puede deshacerse de su papel de facilitador pastoral, simplemente no está hecho para la NHL.
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