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Conmoción cerebral en el Bell Centre: el despido de Martin St-Louis exigido por los mayores

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El Bell Centre, templo del hockey de Montreal, se ha convertido en los últimos días en el escenario de una encendida polémica orquestada nada menos que por Jean Perron.

El ex entrenador, conocido por sus fuertes opiniones y sus impactantes apariciones en los medios, esta vez apuntó a Martin St-Louis, el entrenador en jefe de los Canadiens, afirmando hablar en nombre de los ex jugadores del equipo.

Según Perron, los ex canadienses estarían enfurecidos por la dirección actual del equipo. Dice que ahora evitan los partidos en el Bell Center, desilusionados por el espectáculo ofrecido sobre el hielo y por las decisiones de Martin St-Louis.

Perron relató una escena ocurrida en el club de exalumnos durante el último partido contra los Caballeros de Oro donde el CH sufrió un deshielo por 6-2.

Según él, la falta de tiempo muerto del St. Louis después del tercer gol consecutivo de Vegas habría provocado una incomprensión general entre estas leyendas del hockey.

“Allí éramos toda la vieja pandilla. ¡Dijimos, es urgente, un tiempo muerto! Pero él no hizo nada”.declaró enojado.

Este descontento, según Perron, es representativo de un sentimiento más amplio de frustración entre los exjugadores, que luchan por reconocer el estilo de juego y las decisiones estratégicas del equipo actual.

“Lo que vemos en el hielo no representa al canadiense que conocimos, el que luchaba con orgullo cada noche”proclama.

Jean Perron no se detuvo ahí. Durante su estancia en La Poche Bleue, describió a Martin St-Louis como un “entrenador de pipí” y afirmó que al equipo le faltaba mucho carácter.

También descargó su frustración con Kent Hughes, acusando al gerente general de no brindarle a St. Louis las herramientas necesarias para tener éxito.

“Protegemos demasiado a los jugadores, los tratamos como a bebés. No puede funcionar así en la NHL. En mi época, no dudamos en alinear a los muchachos con un entrenamiento de castigo si era necesario. “, añadió, elogiando sus propios métodos del pasado.

Para Perron, esta mentalidad de club de campo demuestra una gestión deficiente que condena al canadiense al estancamiento o incluso a la regresión.

Incluso sugirió que Pascal Vincent, actual entrenador de los Blue Jackets, sería una mejor opción para liderar el equipo y que St-Louis podría dimitir en Navidad.

Las críticas de Perron demuestran una brecha generacional entre los veteranos de los Canadiens y la dirección actual.

Estas leyendas, acostumbradas a un estilo de juego valiente y una cultura de victoria, luchan por aceptar la realidad de la reconstrucción en una liga donde la paciencia se ha vuelto esencial.

Otras figuras legendarias, como Guy Carbonneau o Yvan Cournoyer, han expresado un descontento igualmente virulento.

Jean Perron plantea una pregunta legítima: ¿los Montreal Canadiens están perdiendo su identidad?

Los aficionados y exjugadores aspiran a ver un equipo que encarne los valores de orgullo, determinación y excelencia asociados a los Habs.

Pero tienen ante sus ojos a un equipo de cobardes… un equipo de perdedores…

Esto alimenta una ira que no se puede ignorar.

Las soluciones propuestas por Perron, en particular la idea de sustituir St-Louis por Pascal Vincent, son las que todo Quebec quiere… o casi…

La salida de Jean Perron muestra un malestar más amplio dentro de la comunidad canadiense.

La dirección de CH no puede ignorar estas críticas. Una mejor comunicación con los ex alumnos y los fanáticos podría ayudar a restaurar un sentido de unidad y orgullo en todo el equipo.

Jean Perron, a pesar de su estilo controvertido, encarna esta frustración colectiva.

Para Martin St-Louis, la presión es mayor que nunca y la única respuesta válida será sobre el hielo.

Cuando son los mayores los que quieren que tomes la puerta de salida… estás en problemas…

Si Martin St-Louis pensaba que la pasión y la paciencia de los aficionados de Montreal serían suficientes para darle un respiro, hoy debe comprobar que incluso las leyendas del canadiense empiezan a darle la espalda.

Cuando Jean Perron dice que los antiguos alumnos ya no quieren ir al Bell Center, no es un simple capricho.

Esta es una llamada de atención. Una organización que pierde el apoyo de quienes construyeron su prestigio no puede ignorar la tormenta que se avecina.

Los ex jugadores, figuras claves en la rica herencia de los Habs, observan con irritación a un equipo que parece hundirse en la mediocridad.

Según ellos, St. Louis simboliza un liderazgo que carece de mordiente, estructura, resultados y, sobre todo, progresión.

Estas críticas no son anecdóticas; reflejan una preocupación generalizada dentro de la comunidad del hockey de Montreal.

No es sólo la ausencia de este gesto lo que resulta inquietante; eso es lo que simboliza. Falta de instinto, autoridad y comprensión de los momentos clave que pueden cambiar el resultado de un partido.

“¿Cómo se puede confiar en un entrenador que se queda quieto mientras el equipo se derrumba ante sus ojos? », pregunta un exjugador bajo condición de anonimato.

Las críticas no provienen sólo de Jean Perron. Los murmullos entre los mayores se convierten en un estruendo que amenaza con sacudir aún más una organización que ya está en dificultades.

Ciertamente, los métodos de St. Louis, centrados en el aprendizaje y la paciencia, contrastan marcadamente con los de una época en la que el esfuerzo era la única respuesta aceptable a la adversidad.

Pero esta brecha generacional por sí sola no puede explicar la desilusión actual. Lo que los mayores critican en St-Louis es su incapacidad para infundir espíritu de lucha en un equipo que carece de él.

Los jugadores parecen desorganizados, sin una dirección clara, y las promesas de mejora tardan en materializarse.

En una ciudad donde el hockey es una religión, los aficionados y exjugadores esperan resultados, no excusas.

En medio de esta agitación, el silencio de Kent Hughes es ensordecedor. El director general pasa a la clandestinidad en medio de crecientes críticas a su entrenador.

En lugar de tomar decisiones firmes, Hughes continúa predicando paciencia, una palabra que está empezando a molestar profundamente a sus seguidores.

Los mayores ven esta postura como una forma de debilidad.

“Si Martin St-Louis no puede dirigir un equipo, ¿por qué sigue aquí? », dice Perron.

Según él, Hughes debe demostrar que tiene el coraje de hacer los cambios necesarios, incluso si eso significa despedir a un entrenador cuyo mandato parecía prometedor, pero que ya no produce los resultados esperados.

En este punto, la presión sobre St. Louis va más allá de una simple crítica táctica. Es su visión, su liderazgo y su capacidad para devolverle una identidad al equipo lo que está en duda.

La CH parece atrapada en una espiral donde la reconstrucción se convierte en una excusa para enmascarar una evidente falta de progreso.

Mientras tanto, los equipos rivales, incluso aquellos en plena reconstrucción, están mostrando claros signos de desarrollo.

Si St-Louis no consigue cambiar la situación rápidamente, la tormenta que se avecina corre el riesgo de arrasarla, con o sin la intervención de Kent Hughes.

Tanto para los veteranos como para los aficionados, la espera ha sido bastante larga. Montreal merece un equipo que encarne sus valores de orgullo y determinación. Por el momento, Martin St-Louis parece estar lejos de cumplir estas expectativas.

Cuando los ex Canadiens se vuelven contra uno de los suyos, es difícil imaginar un resultado positivo para Martin St-Louis.

Su mandato, que comenzó entre elogios frente a la innovación y la pasión, está ahora empantanado en dudas y críticas.

Para los aficionados y exjugadores, no se trata sólo de pedir victorias, sino de encontrar un equipo que inspire respeto y esperanza.

Si St-Louis no logra reavivar la llama, el grito de alarma de Jean Perron podría convertirse en realidad.

Y en una ciudad como Montreal, donde el hockey es mucho más que un deporte, esto podría marcar el comienzo de una nueva era… sin él.

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