Todos los martes por la mañana, su alarma suena temprano. Muy temprano. Porque, a partir de las 6 de la mañana, estos nadadores se reúnen en la piscina de Guingamp. Aún no ha amanecido cuando desafían el cansancio y ya se sumergen en lo más profundo durante una sesión de hora y media. “El 50% de la población activa son jóvenes de entre 10 y 12 años”, explica Olivier Hauchere, entrenador del club de nadadores de Guingampais. No tenemos otra opción porque no hay un horario establecido en la escuela”.
Pero este grupo de unas quince personas no está formado exclusivamente por niños y adolescentes. También se benefician los adultos, cuyo horario les acomoda en cuanto a organizaciones profesionales y familiares. “Algunos vienen, especialmente cuando faltan a las sesiones nocturnas”.
“Cuando trabajo de forma remota, me siento un poco en picada”
Dividido por niveles, todo el mundo aprecia este nicho. Como Morad: “Nos permite progresar y cuando tenemos competiciones que empiezan temprano en la mañana, estamos acostumbrados a levantarnos temprano”. Pero, al mismo tiempo, hay que seguirlo con un día de clase o de trabajo. “Nos impide dormir en clase”, dice Augustine. Aunque a veces se puede sentir una “caída” a media mañana. “Después estoy teletrabajando y me siento un poco en picada”, admite Arnaud. “Es una cuestión de costumbre”, observa Gwenlann.
“Somos menos en las líneas de agua”
Si la participación en esta sesión también ilustra una búsqueda de desempeño, ofrece condiciones de trabajo algo diferentes. “Hay menos personas en las líneas de agua, por lo que es mejor para entrenar”, admite Kaelig. Aquel cuyo ritmo, como el de su camarada Gwenlann, es muy intenso. Ambos nadan nueve veces por semana, incluidos los lunes hasta las 20:30 horas. “Hay que acostarse temprano, a las 21.30 y darse prisa”. O casi nada más terminar la sesión para no perder tiempo en el proceso de recuperación. Y así mantener el ritmo durante toda la temporada.
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