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Un skatepark en Wemotaci | Una profesora y su ambicioso proyecto

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“Hay un estudiante de secundaria con el que me encuentro a menudo. Ella siempre estaba retirada del grupo, no hablaba con nadie. Pero como está el skatepark, ella viene a verme. Ella me cuenta sobre su vida. Ella me habla como si nadie la detuviera. Ver la emoción que puede generar un simple skatepark es mi sueldo. »


Publicado a las 01:13

Actualizado a las 6:00 a.m.

Estas palabras son las de Edith Lussier. Una profesora que se propuso inaugurar un skatepark en Wemotaci. La comunidad Atikamekw en la que trabaja. El cual se encuentra a 115 kilómetros de La Tuque, el pueblo más cercano.

Todo lo que conecta Wemotaci con el resto del mundo es un camino de grava. En esta remota región, ni siquiera la red celular aparece.

Como siempre tuvo la ambición de trabajar dentro de una comunidad indígena, Edith Lussier comenzó a enseñar allí hace casi cinco años. Antes de su primer día, “no tenía idea de qué esperar” de la pequeña aldea de menos de 1.200 habitantes. Allí descubrió una comunidad entrañable, pero en la que los niños parecían aburridos.

“Algunos jóvenes vinieron a nuestra casa después de la escuela porque no encontraban nada más que hacer”, nos cuenta el asesor educativo de las escuelas de Seskitin y Nikanik.

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FOTO PROPORCIONADA POR EDITH LUSSIER

El skatepark de Wemotaci

Mientras enseñaba sexto grado, Ma mí Lussier vio cómo algunos estudiantes empezaban a beber alcohol. Para recoger.

“Algunas personas caen en el vandalismo”, lamenta. En los últimos años, he visto muchas cosas que no quieres ver en una escuela. Cuando las cosas no van bien en casa o en la escuela, te encuentras con las manos vacías. Ya no tienes una fuente de motivación. »

Edith Lussier encontró motivación y espíritu de comunidad en su propia vida gracias al skate.

Quería darles lo que tenía. Crea un lugar de reunión donde las chicas se sientan cómodas y donde los chicos puedan venir y hacer nuevos amigos.

Edith Lussier, asesora educativa de las escuelas Seskitin y Nikanik

En la comunidad, además de la carretera principal, no existe ningún camino asfaltado. Para patinar había dos opciones: la parada del autobús escolar o conducir una hora y media en coche hasta La Tuque para tener un poco más de espacio.

Por lo tanto, la necesidad de crear un skatepark era real y llegó a la mente de Edith Lussier. Pero este camino, como el que conduce a la comunidad, resultaría difícil. La creación del skatepark se convertiría, por tanto, en un “segundo trabajo”. tiempo completo”.

“Como no nativo, no puedes simplemente presentarte en una comunidad y decirles a los demás qué hacer. Tenía que entender sus necesidades y presentar mis ideas. Sabía que esto era algo que no iba a suceder en seis meses y estaba bien. Quería evitar imponerme”, asegura Edith Lussier.

“Vi que los excitaba”

Para despertar el interés de los jóvenes, el profesor organizó una clínica de skate en Wemotaci, con entrenadores de Montreal. Ante el enorme éxito de la actividad, organizó una salida a la escuela de snowboard y skate de Saguenay.

“Pude ver que los excitaba, que estaban felices de hacer algo diferente. Que aquellos que estaban en su esquina, con los que no sabíamos muy bien qué hacer, parecieron despertar”, recuerda.

Ante el evidente interés de la comunidad, Edith Lussier comenzó a aumentar el número de solicitudes de subvención. Ella, que nunca había liderado un proyecto así, iba a tener que recaudar 250.000 dólares.

“El skatepark debía abrir sus puertas en junio, pero las solicitudes de subvención no tuvieron éxito. En ese momento tuve que dejar Wemotaci, pero decidí quedarme: no podía irme antes de asegurarme de que el proyecto se hiciera realidad”, dice la mujer de 29 años.

Su paciencia habrá dado sus frutos. El 20 de septiembre, junto con el resto de la comunidad, Edith Lussier inauguró el skatepark, que desde entonces ha gozado de una inmensa popularidad. Poco a poco los jóvenes van adoptando este deporte que poco conocían.

“No todos los jóvenes que van al skatepark patinan. Algunos simplemente se deslizan sobre sus traseros, miran a los demás, pero a quién le importa: se mueven. Hacen amigos. Aprenden pequeñas habilidades que marcarán la diferencia en sus vidas”, se alegra Edith Lussier.

Un skatepark en Wemotaci

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    FOTO PROPORCIONADA POR EDITH LUSSIER

    El skatepark Wemotaci goza de una inmensa popularidad.

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    FOTO PROPORCIONADA POR EDITH LUSSIER

    Los miembros de la comunidad ya están viendo los beneficios del skatepark.

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    FOTO PROPORCIONADA POR EDITH LUSSIER

    Edith Lussier (izquierda), impulsora del proyecto

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El skatepark sólo lleva un mes y medio en funcionamiento. Y los miembros de la comunidad ya están viendo sus beneficios. “Nos damos cuenta de que los jóvenes hacen menos estupideces y que hay menos vandalismo en la comunidad”, explica Joanie Aw-Neashish, cuya hija Mikonnys, de 11 años, visitó recientemente el skatepark.

La llegada del skatepark permite a algunos jóvenes practicar por primera vez deportes individuales. Este es el caso de Paige, de 8 años. “Realmente abre la puerta a una clientela diferente. Mi hija no es pelota ni futbolista. Ahora podrá hacer algo que le guste en verano”, dice su madre, Jessica Vollant.

Sin siquiera que se lo pregunten, Jessica insiste en un punto.

“A veces se necesita coraje de una persona para hacer realidad nuestros sueños. Eso es lo que Edith hizo por nosotros aquí. »

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