Louis Morissette tuvo un duro golpe el viernes por la noche en el programa Huele a corte en las ondas de Cogeco Média. (98,5 FM).
Frente al presentador Mario Langlois y a los analistas Pierre Gervais y Stéphane Waite, asestó un verdadero golpe a la organización de los Montreal Canadiens.
Lo que llamó un “club de campo” en lugar de una organización justa, basada en el mérito y centrada en la victoria, ha recibido un golpe, y ello, con argumentos tan mordaces que le resulta difícil demostrar que está equivocado.
Morissette fue implacable al denunciar la complacencia que reinaba en torno al CH.
“Estoy estupefacto, en buen francés, por hasta qué punto hemos aceptado la mediocridad. Qué gente tan generosa, optimista y bondadosa…”
“Hemos dicho durante mucho tiempo que en Quebec los aficionados eran difíciles, que los medios de comunicación eran difíciles. Creo que nos hemos vuelto fáciles, complacientes. Aceptamos la mediocridad y nos callamos”.dijo con un enfado que refleja el hartazgo de varios seguidores de los Habs.
Para Morissette, esta indulgencia refleja un cambio peligroso, donde el equipo es mimado, no por sus éxitos, sino por su simple existencia.
Cree que la base partidista, alguna vez tan crítica y exigente, se ha quedado dormida y ahora parece aceptar la mediocridad como norma.
Este sentimiento de tranquilidad que impregna la organización se refleja, según él, incluso en las decisiones más pequeñas. Tomemos el caso de los partidos consecutivos, donde se acepta sin lugar a dudas la simple noción de que un portero no puede encadenar dos partidos en dos noches.
“Cuando juegan dos partidos en dos noches, aceptamos que es normal que pierdan… Un portero ya no puede marcar dos partidos en dos noches, es demasiado difícil”, ironizó.
Esta percepción refuerza su punto de vista de que el equipo ya no está construido para desempeñarse bien, sino para ser “gestionado” con suavidad, sin esforzarse por excederse.
Morissette también llegó al fondo de los errores estratégicos de la organización. Para él, la gestión de los jugadores jóvenes, en particular la de Cayden Primeau, es el ejemplo perfecto.
A veces enviado a la grada, a veces puesto en juego sin una preparación sólida, Primeau es el símbolo de una gestión vergonzosa que, en lugar de maximizar el potencial de los jóvenes talentos, parece frenarlo.
Y esa falta de apoyo parece aún más condenatoria en un contexto en el que la organización es una completa vergüenza defensiva.
Stéphane Waite, por su parte, apoyó a Morissette y afirmó que Martin St-Louis tal vez no tenga las habilidades necesarias para llevar al equipo a lo más alto.
“En algún momento, si queremos pasar a otro nivel, creo que hará falta un entrenador con más experiencia”, admitió.
Este comentario resalta la creciente duda sobre la capacidad de St. Louis para realmente llevar al equipo al siguiente nivel, especialmente frente a errores defensivos del entrenador que parecen casi insostenibles para los jugadores.
La cuestión de la cultura francófona en el seno de la organización no ha escapado al debate, con críticas por la ausencia de figuras destacadas que encarnen verdaderamente esta cultura, y por la falta de liderazgo local que alguna vez fue parte integrante del ADN canadiense.
Al mencionar esto, Morissette insinúa que podría ser hora de que la organización, sin dejar de centrarse en sus valores de diversidad e inclusión, redescubra una base cultural que durante mucho tiempo ha inspirado orgullo y una identidad sólida.
Finalmente, Morissette no dejó fuera de su mira a Nick Suzuki, criticando su compromiso defensivo. Sugirió que Suzuki, aunque capitán y jugador clave, está empezando a hacer trampa en defensa, un signo preocupante que tal vez refleja una falta de responsabilidad y disciplina en el campo, aspectos que sin embargo deberían estar en el corazón de la identidad de los Habs.
Pero con Martin St-Louis, el animador pastoral, el partido está “atascado”… en el mal sentido de la palabra.
La conclusión de Morissette es clara: la organización de los Montreal Canadiens hoy es más un club de campo que un equipo de hockey profesional.
Sus palabras tuvieron el efecto de una descarga eléctrica y ciertamente dio voz a un sector cada vez más importante de simpatizantes que, como él, han dejado de creer en las promesas de un plan de reconstrucción sin fin.
Louis Morissette no se limitó a criticar el club de campo que percibe dentro de la organización de los Montreal Canadiens.
También dirigió duras críticas a los periodistas que, según él, sistemáticamente se tumban delante de Martin St-Louis y de la organización.
Morissette simplemente no entiende por qué la prensa local parece perdonar a St. Louis, evitando las preguntas más obvias y cruciales, como las que todo aficionado hace después de cada derrota.
¿Qué quieres decir con que después del último partido ningún periodista preguntó al St. Louis por qué envió a Dvorak y Armia durante el 5 contra 3?
Para Morissette, esta falta de cuestionamiento es reveladora: si Dvorak y Armia son elementos dañinos en el hielo, su presencia en momentos cruciales es vergonzosa.
Sin embargo, silencio de radio por parte de los periodistas, silencio que interpreta como prueba de complacencia y miedo a disgustar a la organización.
También podemos notar la ausencia de preguntas sobre Arber Xhekaj, quien, según él, es el chivo expiatorio de St. Louis cuando las cosas van mal.
¿Por qué nadie ha preguntado por qué Arber Xhekaj es siempre el que es criticado cuando Jayden Struble pierde 15 pérdidas de balón por partido?
Este es un resentimiento compartido por muchos seguidores, que no entienden por qué Xhekaj es continuamente penalizado mientras otros, como Struble, escapan a las críticas a pesar de sus repetidos errores.
Para Morissette, los periodistas de Montreal han perdido su independencia.
Los periodistas ya no trabajan para el pueblo. Trabajan para Martin St-Louis y los Montreal Canadiens.
La prensa prioriza preservar su acceso y relaciones sobre la objetividad.
Esta dinámica explica en parte por qué las voces críticas se han arrodillado ante el dios de San Luis, dejando a sus seguidores en la oscuridad y frustrados por una cobertura que, lejos de representar las preocupaciones del público, parece destinada a preservar la imagen de la organización.
Morissette se refiere al clima de complacencia de los medios de comunicación que alimenta el colapso de la CH.
Si los periodistas desempeñaran su papel de “perros guardianes”, recordarían a St. Louis sus contradicciones y sus decisiones cuestionables.
El trabajo de un periodista es confrontar… desafiar… no quedarse quieto.
En última instancia, es la falta de responsabilidad pública lo que crea y perpetúa el malestar en torno a la organización.
Louis Morissette pintó así el retrato de un CH protegido por todos lados, tanto por su propio personal como por una prensa a la que acusa de haber renunciado a su papel crítico y por una afición que se ha vuelto ingenua ante la mediocridad que aceptamos con nuestros ojos se cerraron.
Si la cultura del canadiense debe cambiar, es necesario cuestionar a todos los actores, incluidos aquellos que, todas las noches, relatan los hechos sin atreverse jamás a tocar al dios San Luis.
La cultura también pasa por los periodistas. Mientras sigamos tratando a Martin St-Louis y Kent Hughes como algodón… CH seguirá colapsando…
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