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En Lavelanet, en Ariège, el club Arqueros Cátaros acoge a dos practicantes afectados por discapacidad. Doris, de 48 años, da testimonio del placer que siente al volver a disparar después de un derrame cerebral.
El club Archers Cathares juega la carta de la inclusión de la discapacidad. Entre los cincuenta miembros, entre ellos muchos jóvenes de hasta 17 o 18 años, hay dos deportistas que practican el tiro con arco a pesar de su discapacidad.
Doris Marchand, de 48 años, de origen quebequense, llegó a Francia hace cinco años. Se unió al club de campo Olmes este año. Hace 8 años, Doris sufrió un derrame cerebral no confirmado. “Me dijeron que nunca volvería a caminar”, explica en un francés impecable que aprendió en clases privadas. Hoy, confinada a una silla de ruedas, logra levantarse.
“Hablamos, reímos, pero cuando filmamos es en serio”
En un fisioterapeuta de Lavelanet supo que había un club de tiro con arco. Está interesada Doris, quien practicaba la caza de nativos americanos en el pasado. “Mi marido y yo vinimos a ver el club, nos recibieron. Todavía puedo imaginar la primera vez que disparé, y todavía encuentro los gestos y las sensaciones. Y me permite ver a la gente, discutimos, nos reímos, pero cuando disparamos, es serio”. Y para hacer coincidir la acción con las palabras, Doris tensa su arco y envía la flecha directamente al blanco.
No es una coincidencia. A Doris le gusta mucho el ambiente del club que preside Jean-Marc Ramos. “La gente es amigable, me gusta venir y espero que mi testimonio permita que otras personas con discapacidad vengan y no se queden encerradas”.
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Maé, de 11 años, de la clase CM2 ULIS de la escuela Lamartine, adoptó el tiro con arco descubierto durante las sesiones en el establecimiento por el profesor de la EPS, Aziz Bénali, como parte del deporte escolar. Evidentemente el joven se divierte y participa plenamente.
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