El explosivo tándem formado por Patrick Roy y Lou Lamoriello parecía destinado a generar tensión desde el principio.
Por un lado, un entrenador intenso y franco, conocido por su negativa a ceder.
Por el otro, un director general de 81 años (ahora 82), legendario pero muy rígido, que ha marcado la historia de la NHL con su control absoluto sobre sus equipos.
Ahora, no hay duda de que esta colaboración está llegando a un punto crítico y los fanáticos de los New York Islanders están comenzando a elegir bando.
Los Islanders están teniendo una temporada difícil con un récord de 8-10-5, lo que los coloca al final de la NHL. Las lesiones de jugadores clave como Mathew Barzal, Adam Pelech y Anthony Duclair han debilitado a un equipo que ya estaba envejeciendo.
A pesar de estos desafíos, Patrick Roy hace todo lo posible para mantener al equipo a flote, pero los resultados luchan por mantenerse a la altura.
Dos victorias en nueve partidos, cánticos de “Despidan a Lou” en las gradas y una creciente frustración entre los aficionados: el clima es eléctrico.
Roy, fiel a sí mismo, se mantiene optimista:
“Este es el equipo que Lou me dio y voy a trabajar muy duro para estos muchachos”, dijo recientemente en una conferencia de prensa.
Pero esta afirmación, lejos de ser un simple estímulo, se ve como una crítica velada al trabajo de Lamoriello.
Patrick Roy siempre ha reivindicado cierta autonomía en su papel de entrenador. Sin embargo, Lamoriello, fiel a su enfoque histórico, sigue imponiendo su autoridad en varias decisiones estratégicas.
Según fuentes cercanas al equipo, Lamoriello insistió en particular en llamar a Pierre Engvall, a pesar del deseo de Roy de mantenerlo al margen.
Roy, acostumbrado a una autonomía total, no puede soportar esta afrenta. Su decisión de boicotear una rueda de prensa previa al partido contra los Panthers fue vista como un acto de desafío directo a su superior.
Este desacuerdo ilustra una división entre dos visiones: una centrada en la renovación y la otra arraigada en la experiencia.
Roy, frustrado por los límites impuestos a su trabajo, parece tener un plan claro: ocupar el lugar de Lamoriello. Si este último fuera despedido, Roy estaría perfectamente posicionado para convertirse en el próximo director general de los Islanders.
Los propios aficionados, hartos de las decisiones coyunturales de Lamoriello, parecen cada vez más partidarios de la idea.
A la sombra de esta lucha, Benoît Desrosiers, segundo entrenador de Patrick Roy, desempeña un papel clave. Con su enfoque intransigente y su franqueza, encarna la energía y la modernidad que Roy desea inculcar en la organización.
Con sólo 35 años, Desrosiers no duda en sacudir a los veteranos, una característica que lo convierte en un candidato ideal para reemplazar a Roy como entrenador en jefe si este último asciende al puesto de gerente general.
Lamoriello, una figura legendaria pero envejecida, parece incapaz de adaptarse a la realidad actual de la NHL. Sus decisiones, centradas en el arte de “tapar agujeros”) y la experiencia, basada en veteranos acabados, no permitieron a los Islanders construir un futuro sólido.
Se intensifican las críticas de partidarios y observadores:
“Lou es un tirano abrumado por el hockey moderno”, dicen algunos.
Con un grupo de prospectos que ha sido llamado el peor de la NHL, la organización se encuentra en una encrucijada. Si Roy y Desrosiers se hacen cargo, una reconstrucción completa será inevitable.
Patrick Roy es un hombre de desafíos. Su ambición de convertirse en gerente general viene con una visión clara: revitalizar a los Islanders a través de una gestión moderna y un enfoque centrado en la juventud.
Junto a Desrosiers, podría dar un nuevo impulso a una franquicia en declive, capaz por fin de competir con los grandes equipos de la NHL.
Las próximas semanas serán decisivas. La presión sobre Lamoriello aumenta y Roy continúa demostrando que tiene el carácter y la visión para liderar este equipo.
Long Island está lista para un cambio y está claro que en este momento Patrick Roy debe estar soñando con despedir a Lou Lamoriello.
Esta tensa situación no es nada nuevo para Roy, quien siempre se ha sentido atraído por los roles de responsabilidad. Desde su llegada al frente de los Islanders, nunca ha ocultado su ambición de dejar una profunda huella en esta organización.
Si convertirse en gerente general puede permitirle remodelar este equipo envejecido a su imagen, no dejará pasar la oportunidad.
El problema de los Islanders va más allá del desempeño sobre el hielo. La dirección de Lamoriello se destaca por su incapacidad para construir un equipo duradero.
Con un grupo de prospectos ridículo, el peor de toda la NHL con el de los Penguins, compuesto por jugadores que luchan por destacar y veteranos con rendimientos decrecientes, los Islanders están atrapados en un ciclo donde la mediocridad parece inevitable.
Los contratos a largo plazo otorgados a jugadores como Jean-Gabriel Pageau (6 años y 30 millones de dólares) y Pierre Engvall (7 años y 21 millones de dólares) reflejan una visión que destrozó el futuro de la organización.
A pesar de todo, Patrick Roy supo sacar lo mejor de esta formación, aprovechando el limitado talento de que disponía.
Esto no pasa desapercibido para los fanáticos, quienes reconocen su trabajo y comienzan a exigir un cambio en la cima.
Los cánticos de “Fire Lou” que se escuchan en el UBS Arena son una prueba contundente de ello.
Uno de los principales activos de Patrick Roy en esta batalla por el poder es el apoyo de sus seguidores. Cansados de los años de gestión autoritaria de Lamoriello y frustrados por la falta de resultados, ven en Roy como un posible salvador.
En las redes sociales y en las gradas, los mensajes son claros: Lamoriello debe irse.
Si la paciencia de la afición se está desmoronando, la de Patrick Roy ya parece agotada. El conflicto entre los dos hombres es obvio.
Si despidieran a Lamoriello, Roy ya tiene una visión clara para la organización. Su primer paso probablemente sería reestructurar fundamentalmente el equipo, enfocándose en un draft sólido y cambios estratégicos para inyectar talento joven. B
Los días de Lou Lamoriello en Long Island parecen contados. A los 82 años, ya no tiene la energía ni la visión para competir en una NHL en constante cambio.
En Long Island se está gestando una revolución y su actor principal se llama Patrick Roy.