Juraj Slafkovský, el joven prodigio eslovaco alguna vez considerado el elemento central de una nueva era para los Montreal Canadiens, está atravesando ahora el período más oscuro de su carrera.
Relegado a cuarta línea durante el último partido, su caída parece interminable.
Detrás de este descenso se esconde mucho más que actuaciones decepcionantes en el hielo. La inmensa presión de su nuevo contrato de 8 años y 7,6 millones de dólares por temporada, combinada con los problemas personales y familiares que lo persiguen desde hace meses, pesan mucho sobre sus hombros.
Slafkovský está en el fondo del hoyo y su lucha por volver a subir promete ser vertiginosa.
Al inicio de la temporada, el anuncio de su enorme contrato a largo plazo fue recibido con optimismo. 8 años, 7,6 millones por temporada, un premio que le convierte en uno de los jugadores mejor pagados del canadiense.
Pero este contrato, que pretendía simbolizar la confianza de la organización en él, rápidamente se convirtió en una fuente de inmensa presión.
Las expectativas se han multiplicado, al igual que las críticas. Cada partido, cada mala decisión, cada presencia insulsa se analiza detenidamente.
Para un jugador de sólo 20 años, esta presión parece insuperable. El implacable público de Montreal no tardó en expresar su descontento por sus actuaciones desiguales.
Y para aumentar esta carga, la comparación constante con otros jugadores jóvenes que juegan en otros lugares refuerza la idea de que Slafkovský está asfixiando el comienzo de su carrera.
En Eslovaquia, el país donde se le considera un héroe nacional, la presión es igual de intensa. Slafkovský no es sólo un jugador de hockey: es un símbolo, un motivo de orgullo nacional. Pero en los últimos meses las críticas se han disparado en su país natal.
Los medios eslovacos no dudaron en señalar con el dedo sus decepcionantes actuaciones, calificando de “decepción” su inicio de carrera en Montreal.
Las redes sociales, tanto allí como aquí, están llenas de duros comentarios, algunos incluso cuestionando su trabajo y su ética profesional.
La vida privada de su familia se convirtió en un blanco de ataques: su hermana, aún joven, fue presuntamente seguida al colegio por periodistas que buscaban información exclusiva sobre la familia Slafkovský.
No, su hermana menor, Lucía, no se salva. Una nadadora prometedora de 14 años que aspira a los Juegos Olímpicos, siendo seguida de camino a la escuela afecta su seguridad y tranquilidad.
Su madre, Gabriela, ex nadadora de élite y actual entrenadora de natación e instructora de Pilates, es molestada constantemente por los periodistas en su propio gimnasio.
Se informó sobre su gimnasio y se publicaron fotos de ella en bikini sin su consentimiento.
La residencia familiar cerca de Košice se ha convertido en el objetivo de los curiosos, algunos de los cuales llegan incluso a tocar el timbre, de día o de noche, para conseguir autógrafos o ver a Juraj.
Esta intrusión en su privacidad afectó profundamente a Juraj, quien no dudó en calificar la situación de “tóxica”.
Para un jugador joven que ya intenta gestionar las expectativas profesionales, estos ataques personales son una carga emocional que no está preparado para manejar.
Estas críticas, tanto en Quebec como en Eslovaquia, tuvieron un efecto devastador en la frágil confianza de Slafkovský. Sobre el hielo está irreconocible:
Duda en disparar, a pesar de su talento natural para realizar tiros potentes.
Sus decisiones con el disco son lentas, el resultado de que un jugador piensa demasiado en lugar de actuar instintivamente.
Su puesto en la cuarta línea, una sanción visible, es una prueba más de que ya no cuenta con la confianza de su entrenador, Martin St-Louis.
Durante el último partido, su frustración fue evidente. La cámara lo captó en el banco, con la mirada en blanco, los hombros caídos, un joven al borde del colapso.
Y no es la primera vez: los episodios en los que rompe el bastón o se encierra en sí mismo se convierten en un hábito preocupante.
Además de las críticas públicas, Slafkovský debe gestionar las tensiones dentro de su familia. Los periodistas invaden su privacidad, hasta el punto de tocar el timbre de sus casas por la noche o intentar tomarles fotos en su privacidad las 24 horas del día.
Estos conflictos, aunque no confirmados públicamente, habrían agravado su estrés.
Su madre, Gabriela, intentó ofrecerle consuelo durante una reciente visita a Montreal, pero incluso estos momentos de calma son insuficientes para compensar la presión constante.
El propio Slafkovský admite que a menudo le pide a su madre que evite hablar de hockey, ya que eso sólo aumenta su ansiedad.
La relación entre Slafkovský y Martin St-Louis es compleja. Por un lado, St-Louis es un mentor exigente que ve en él un inmenso potencial.
Por otro lado, sus métodos intensivos de entrenamiento, que incluyen lecciones públicas como el reciente envío a la banca, a veces parecen aplastar a un jugador que ya está al borde del abismo.
Slafkovský reconoció que a menudo escucha la voz del St. Louis en su cabeza, una señal del impacto psicológico que su entrenador tiene en él.
Pero también sugirió que encontraba esa voz opresiva cuando la sumaba a todas las demás: su propia voz interior, la de su familia y la de los críticos.
Hoy la pregunta está clara: ¿podrá Juraj Slafkovský encontrar el camino de regreso? ¿O está destinado a unirse a la larga lista de los mejores elegidos que nunca estuvieron a la altura de las expectativas?
Para recuperarse, tendrá que recuperar la confianza. Esto significa simplificar tu juego, centrarte en lo básico y volver a jugar de forma instintiva.
También tendrá que hacer caso omiso de las críticas en Quebec y en su país. Una tarea casi imposible en una ciudad como Montreal, pero imprescindible para proteger tu salud mental.
Finalmente, debe confiar en sus seres más cercanos: a pesar de las tensiones familiares, su madre, su padre y su hermana siguen siendo sus pilares emocionales. No debe tener miedo de afectarles hablando de sus problemas.
Juraj Slafkovský está al borde de un precipicio, pero todavía tiene tiempo de recuperar el control de su carrera. Será un camino difícil, plagado de obstáculos, pero tiene el talento en bruto necesario para superarlo.
Sin embargo, para lograrlo, tendrá que aprender a gestionar no sólo la presión de su contrato y sus expectativas, sino también los demonios personales que lo persiguen, desde las críticas en su tierra natal hasta la intromisión de los medios en la vida privada de su familia.
En una ciudad como Montreal, donde los héroes son idolatrados y los fracasos expuestos, la caída puede ser brutal.
El tiempo se acaba, pero aún no está todo perdido.
Sólo tiene que levantar la cabeza.