La ciudad de Radès, Túnez, está animada esta semana porque acoge un importante evento deportivo, la Copa del Mundo de florete masculino y femenino. Esta competición internacional se desarrolla del 21 al 24 de noviembre y reúne a 244 esgrimistas y 180 esgrimistas que representan a 46 naciones.
Estos atletas se enfrentan en las pistas para acumular puntos de clasificación decisivos. Cada duelo es una prueba de habilidad, precisión y estrategia, y la fase de grupos comprende seis ataques por tirador. Este viaje los lleva a una fase de eliminación donde cada toque cuenta para avanzar.
Sofiene Khalil, directora técnica de la selección tunecina, destaca la importancia del apoyo psicológico a los jóvenes deportistas. “Deben estar preparados mental y físicamente para enfrentarse a rivales internacionales”, explica.
Entre los competidores encontramos campeones olímpicos, incluidos medallistas de los Juegos de París. Estos atletas aportan una dimensión de prestigio al evento, al igual que la presencia de un medallista canadiense de los Juegos Olímpicos de 2024.
El torneo representa una oportunidad sin precedentes para los jóvenes floretes tunecinos. Es también el fruto de casi cuatro años de esfuerzos de la Federación Tunecina de Esgrima para organizar una competición de esta magnitud.
Turhan Berke Külcü, esgrimista turco de florete, expresa su aprecio por la modernidad de Túnez y el impacto positivo de esta competición internacional en los atletas. “Participar en eventos más allá de las fronteras europeas es enriquecedor”, afirma.
El florete, esta arma de esgrima de precisión, requiere un perfecto dominio del cuerpo y de la mente. En una pista de 14 metros de largo y de 1,5 a 2 metros de ancho, los tiradores deben demostrar agilidad y estrategia para apuntar al tronco del oponente, su único objetivo permisivo.
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