Nada va bien entre Martin St-Louis y Michael Pezzetta.
El hombre demasiado débil para ser fuerte se encuentra en un punto de inflexión crucial en su carrera.
Según los rumores, el delantero ontario de los Montreal Canadiens está considerando solicitar un traspaso, cansado de verse constantemente relegado a un segundo plano.
¿Y quién podría culparlo? Desde el inicio de la temporada, Pezzetta ha quedado muchas veces fuera de la alineación, una elección que el técnico Martin St-Louis parece tomar sin ninguna consideración por su pobre atacante, prefiriendo incluso a un jugador como Lucas Condotta, que estará uniformado. contra los demonios.
Según los informes, Pezzetta le pidió de todo corazón a Kent Hughes que lo cambiaran.
Pero una pesadilla para él, Antoine Roussel afirma en la emisora 98.5 FM que no hay ninguna posibilidad de que un equipo esté interesado.
“No estoy seguro de que Pezzetta juegue en otro equipo de la NHL. Si soy su agente, le digo que tenga paciencia”.
Recordemos que ciertos rumores lo vinculaban con los Devils, rivales del CH esta tarde.
La ausencia de Pezzetta, que observa la acción desde la grada, deja una sensación de injusticia, él que se droga y se come las cintas en cada entrenamiento.
Esta temporada, Pezzetta solo ha jugado tres apariciones en la alineación, cada vez reemplazando a Juraj Slafkovsky cuando estaba lesionado.
Y aunque sus actuaciones no fueron excepcionales, el canadiense consiguió dos victorias con él sobre el hielo.
Puede que Pezzetta no haya destacado, pero está claro que su ausencia sigue generando dudas, particularmente sobre la visión de Martin St-Louis sobre la identidad de su equipo.
Los Montreal Canadiens, en plena reconstrucción, parecieron darle la espalda a jugadores con un estilo más físico, privilegiando la velocidad y la delicadeza.
Pero la reprimenda de Condotta realmente le envía el mensaje a Pezzetta de que se ha vuelto indeseable.
Pezzetta es cada vez más incompatible con la evolución del equipo. No sólo no tiene el nivel de la NHL según St-Louis, sino que, sobre todo, no asusta a nadie.
Sin embargo, su impacto no se mide sólo en términos de puntos o técnica, sino en términos de corazón y compromiso.
¿Pero sigue siendo suficiente? Con un ridículo contrato de $812,500 que finaliza este verano, Pezzetta sabe que cada momento en el hielo podría ser el último en la NHL.
Sus seres queridos están preocupados. Cada control, cada golpe recibido es un riesgo para su salud, una potencial adición a la lista de lesiones que acechan a jugadores de su calibre, muy pequeños, pero obligados a luchar contra más grandes que él.
El espectro de enfermedades graves, como la encefalopatía traumática crónica, se cierne constantemente sobre los deportistas que juegan con tanta intensidad. Pezzetta, a pesar de su valentía, no puede ignorar estos riesgos.
Su mensaje es claro: “Me sacrifico por todos aquí, pero no me hacen jugar, ni siquiera cuando hay lesionados”.
La frustración de Michael Pezzetta es obvia y comprensible.
Para un jugador como él, acostumbrado a entregarse cada vez que está en el hielo, esta humillación pública casi parece una forma de castigo.
Verse superado en el orden jerárquico por jugadores como Lucas Condotta (un jugador que ni siquiera ha demostrado su valía todavía) envía un mensaje devastador.
En realidad, Pezzetta está luchando no sólo por su lugar en la plantilla, sino también por su identidad como jugador.
No se debe subestimar el impacto psicológico de esta decisión. Al optar por dejar de lado a Pezzetta en favor de jugadores más jóvenes, la organización está enviando un fuerte mensaje a sus veteranos: el sacrificio y la lealtad son menos importantes que el tamaño de Condotta.
Esta falta de seguridad es aún más difícil de aceptar para un jugador que siempre lo ha dado todo por este equipo. Con solo 25 años, Pezzetta vio desmoronarse su sueño de la NHL.
A nivel personal, esta situación se vuelve insoportable para él y sus seres queridos. Pezzetta es consciente de los riesgos asociados a su estilo de juego, incluidas lesiones frecuentes y traumatismos craneoencefálicos.
Su aplastante derrota ante Ryan Reaves al final de la temporada pasada dejó profundas huellas, tanto físicas como psicológicas.
Este enfrentamiento, brutal y despiadado, recordó a Pezzetta y su familia los peligros que le esperan en cada partido.
Quienes están cerca de él comienzan a temer que, como tantos otros atletas antes que él, Pezzetta esté llevando su cuerpo más allá de sus límites.
Los riesgos de conmociones cerebrales y enfermedades neurodegenerativas, como la encefalopatía traumática crónica (CTE), son muy reales para los jugadores de su calibre.
Para su familia, cada control, cada pelea, es un cruel recordatorio de las posibles consecuencias de un deporte tan exigente.
El caso de Pezzetta también plantea una cuestión ética en el mundo de la NHL: ¿hasta qué punto los equipos están dispuestos a utilizar jugadores pequeños con un estilo agresivo y físico, sabiendo los peligros que esto representa para su salud?
Pezzetta es un jugador leal y dedicado, pero esa lealtad podría terminar costándole cara. La Liga Nacional de Hockey recién está comenzando a reconocer los efectos a largo plazo de las conmociones cerebrales y Pezzetta está en el centro de ese debate.
Para él, la decisión de seguir jugando a pesar de los riesgos está impulsada por su amor por el juego, pero también por su necesidad de demostrar que merece su lugar en la liga.
Sin embargo, sus familiares y amigos temen verlo, como tantos otros antes que él, hundirse en problemas de salud irreversibles.
El peso emocional de esta situación es inmenso para Pezzetta. En cada partido en el que es marginado, cada vez que se prioriza a un jugador como Lucas Condotta, mucho más grande, siente la humillación y la duda.
Pero más allá de la frustración, hay una intensa lucha interior: la de permanecer fiel a sí mismo mientras protege su futuro.
Cada vez es más evidente que su lucha va más allá del hockey. Pezzetta juega no sólo por su lugar en la NHL, sino también por su salud, su integridad y, en última instancia, su futuro.
Pezzetta encarna una trágica realidad: un jugador dispuesto a darlo todo por su equipo, pero que también debe aprender a protegerse.
Y mientras los Canadiens continúan su reconstrucción, Michael Pezzetta sabe que probablemente tendrá que enfrentar una realidad difícil: tal vez su futuro no esté en este equipo… y simplemente no en la NHL.
Quizás, por su propio bien, sería hora de seguir adelante.
Bien puede pedir una transacción, pero ¿quién quiere un hombre débil entre hombres fuertes?
Hacer la pregunta es responderla.