Nick Suzuki, el joven capitán considerado el futuro de los Montreal Canadiens, ve cómo su estrella se apaga día tras día, aplastado por el peso de las expectativas, las críticas y sus propios errores… o su indiferencia…
Pero al final cometió un error monumental que lo abarca todo: pensar que era intocable.
Hubo un momento en que los medios pensaban que Nick Suzuki era el centro número uno de la NHL. Pero hoy, los signos de una caída brutal se multiplican y el joven capitán, en lugar de brillar sobre el hielo, se convierte en el blanco de una tormenta mediática sin precedentes.
Todo empezó con este viaje a República Dominicana. Mientras sus compañeros competían en el mundial o se preparaban para afrontar la nueva temporada, Suzuki optó por llevar a su pareja, Caitlin Fitzgerald, a un hotel de lujo, donde las noches cuestan entre 3.500 y 4.000 dólares.
Esta escapada, revelada por Michel Bergeron, fue la chispa que encendió Quebec. Tan pronto como se conoció la noticia, Bergeron no dudó en criticar al capitán, alegando que un verdadero líder nunca se habría tomado unas vacaciones tan extravagantes en plena temporada baja.
Peor aún, su prometida no dudó en publicar en las redes sociales el lugar exacto de su estancia, provocando indignación y dejando la imagen de una Suzuki desconectada, más preocupada por su comodidad que por las expectativas de la afición.
Bergeron se burló del marcado contraste entre Suzuki y los grandes líderes que lo precedieron. “¿Cansado de qué?” » rugió, recordando a todos los sacrificios de leyendas como Maurice Richard y Jean Béliveau, que nunca se habrían arriesgado a manchar la imagen del equipo con un lujo tan descuidado.
Esta escapada marcó un punto de inflexión: el joven capitán, en lugar de encarnar humildad y disciplina, de repente reflejó la imagen de un jugador distante y despreocupado, más atraído por las palmeras y las suites de lujo que por su papel de capitán.
Y las críticas no terminan ahí. En el hielo, Suzuki lucha por cumplir las expectativas. Desde el inicio de la temporada, varios analistas señalaron su juego indiferente.
Cada vez más, Journa no dudó en resaltar la falta de compromiso de Suzuki en las curvas del hielo, acusándolo de no querer “pagar el precio” para recuperar el disco.
Con una serie de malas actuaciones, llevó a su equipo a cuatro victorias… en 13 juegos… dejando a los fanáticos decepcionados y enojados con su liderazgo.
Junto a Cole Caufield y Juraj Slafkovsky, Suzuki parece estar jugando en piloto automático, incapaz de generar chispa o competir con las líneas superiores contrarias.
Y como muy bien resumió Lemay, Suzuki parece necesitar sobre todo condiciones perfectas para sobresalir, mientras que los grandes capitanes saben cómo mejorar su juego independientemente de las circunstancias.
Además de sus dificultades deportivas, Suzuki se enfrenta a una presión cultural que sigue creciendo. Su incapacidad para hablar francés, a pesar de pasar cinco años en Quebec, es un tema candente de controversia.
Brendan Kelly, periodista de habla inglesa y autor del libro. La CH y su gentecriticó públicamente la falta de esfuerzo de Suzuki para aprender la lengua de Molière.
Incluso la alcaldesa de Montreal, Valérie Plante, recordó la importancia de celebrar y proteger a los franceses, un mensaje visto por muchos como una presión adicional sobre el capitán.
Sin embargo, Suzuki permanece impasible, evitando entrevistas en francés y negándose a hacer el mínimo esfuerzo que le hubiera permitido acercarse a la afición.
Esta desconexión es aún más sorprendente si se tiene en cuenta que leyendas como Bob Gainey y Ken Dryden, ambos angloparlantes, hicieron el esfuerzo de aprender francés para honrar la cultura local.
En cuanto a Suzuki, su obstinación en permanecer monolingüe da la imagen de un capitán desconectado, indiferente a las expectativas y sensibilidades de Quebec.
Además, Suzuki consiguió recientemente un lucrativo contrato de asociación con Tim Hortons, un símbolo de la cultura canadiense… de habla inglesa.
Sin embargo, en Quebec, esta asociación provocó amargas risas. ¿Cómo puede este jugador, incapaz de conectarse con los fanáticos en su idioma, afirmar ser el embajador de una marca tan icónica en Canadá?
Los anuncios, en los que Suzuki intenta hablar en pocas palabras en francés, se perciben como un gesto artificial, incluso insultante, para los aficionados que esperan de él mucho más que un esfuerzo de fachada.
Suzuki debería ser el líder indiscutible del canadiense. Pero en lugar de eso, tiene una actuación decepcionante tras otra, contento con acumular sus estadísticas personales sin siquiera cargar a su equipo sobre sus hombros.
A Martin St-Louis le resulta cada vez más difícil ocultar su frustración ante las lúgubres actuaciones de su capitán.
St-Louis ya no duda en señalar la falta de combatividad de su primer trío. Suzuki necesita hacer más. Incluso los ajustes de St. Louis, como mover a Josh Anderson a la línea superior, son un intento desesperado de compensar la falta de impacto de Suzuki, prueba de que incluso dentro del equipo, se duda de su capacidad para inspirar a sus compañeros.
Nick Suzuki, alguna vez visto como el jugador del futuro del canadiense, ahora se encuentra en el centro de la agitación mediática y de una creciente decepción.
Entre sus decisiones personales imprudentes, su falta de compromiso en el hielo y su desconexión cultural, el joven capitán parece atrapado en una espiral descendente que sólo amplifica las dudas sobre su capacidad para encarnar el liderazgo que los fanáticos esperan.
Su estrella, alguna vez brillante, ahora parece empañada por sus propios errores y las demandas de un mercado tan despiadado como el de Montreal.
A estas alturas, la paciencia de fans y analistas se está acabando. Suzuki tendrá que actuar rápidamente si quiere restaurar su imagen y demostrar que es digno de lucir la “C”.
Pero cada día que pasa sin que él reaccione refuerza la impresión de que puede haber llegado demasiado pronto, demasiado rápido, a una posición que excede sus capacidades.
¿El peor capitán de la NHL? Hacer la pregunta es responderla.