Josh Anderson sobre el primer trío: conocemos la canción.
Lo probamos, lo reproducimos, lo remezclamos y, sin embargo, la historia siempre termina de la misma manera.
Pero no, aquí nos dan el disco, como si esta vez los resultados fueran a cambiar milagrosamente.
La decisión de Martin St-Louis de ascender a Anderson después de un duro entrenamiento en el que le costó tocar la línea, con la lengua colgando y sin aliento, deja un sabor de déjà vu en la boca.
Sin embargo, se trata del mismo Anderson que arrastraba los pies durante los suicidios sin el disco, un ejercicio en el que, recordemos, incluso los jugadores más disciplinados pierden fuerza.
¿Y recibe una recompensa por eso?
¿Porque corrigió a Tom Wilson durante el último partido contra los Capitals?
Así que veamos.
Anderson quizás merezca elogios por su dureza y su voluntad de defender a sus compañeros, pero de ahí a instalarlo como pieza central en la primera línea, hay un abismo que St-Louis parece haber decidido cruzar.
¿El mensaje enviado aquí? Un jugador puede demorarse en la práctica y recibir un ascenso, siempre y cuando esté dispuesto a salir y luchar en el hielo.
¡Gran lección para el resto del equipo!
Chicos que trabajan duro, que respetan la disciplina y que se desempeñan consistentemente… deben mirar esta decisión con una ceja levantada.
Anderson parece haber ganado el premio mayor con la única virtud de sus puños.
¿Cuántas veces hay que probar la combinación Anderson-Suzuki-Caufield para darte cuenta de que simplemente no funciona?
No es que esta experiencia sea nueva o innovadora.
Lo hemos visto antes, este intento de encontrar la química perfecta, y cada vez terminó en una flagrante falta de cohesión.
Suzuki, un jugador inteligente y calculador, y Caufield, un francotirador preciso, no tienen nada que ver con el estilo errático de Anderson, que muchas veces se lanza precipitadamente sin mucho plan.
Pero ahí lo tienes, insiste el canadiense, como si repitiendo el mismo experimento una y otra vez los resultados finalmente se ajustaran a los deseos de la organización.
Este ascenso para Anderson es la encarnación perfecta de este hábito de esperarlo todo de un jugador a partir de un acto aislado, de un momento intenso.
Una buena batalla contra Wilson, y listo, vuelve a la cima.
Mientras tanto, la constancia y la forma física, dos cualidades esenciales para un jugador de primera línea, quedan dejadas de lado, como si fueran secundarias.
Anderson lucha por mantener el ritmo, pero aquí está en primera fila, como si nada hubiera pasado.
En definitiva, esta elección de Martin St-Louis es desconcertante.
Si se trata de animar a Anderson a “convertirse” nuevamente en un jugador de primera línea, la apuesta es arriesgada.
Porque seamos honestos: ¿cuántas temporadas llevamos intentando encontrarle un papel digno de su contrato?
La inconsistencia es evidente.
Parecemos ignorar el hecho de que Anderson nunca supo cómo hacer brillar a Suzuki y Caufield, pero todo lo que se necesita es un puño levantado contra un oponente musculoso, y de repente se ve impulsado a tomar la delantera.
Una vez más repetimos una fórmula cansada, esperando, quién sabe, que la magia funcione.
Pero cuanto más cambia, más permanece igual.
Miseria…