La explosión del fenómeno es vertiginosa: Entre 2012 y 2014, el número de selfies se multiplicó por 900.según este estudio de 2015, publicado en Biblioteca Digital ACM. Una popularización galopante, que puede vincularse a numerosos factores, como la explosión de las redes sociales que promueven el intercambio instantáneo y una forma de narcisismo digital mezclado con una necesidad de pertenencia.
Sin embargo, esta práctica se ha convertido, para algunos, en el equivalente a un espejo diario que distorsiona, modificando disimuladamente nuestra relación con nosotros mismos, hasta el punto de crear a veces verdaderas perturbaciones de la percepción.
La trampa técnica del selfie: cuando la óptica distorsiona la realidad
La distorsión de nuestra imagen por los selfies no es baladí y puede explicarse, en primer lugar, por limitaciones técnicas implacables. La lente gran angular de nuestros smartphones, imprescindible para tomar pretendientes selfies, genera una distorsión de barril que distorsiona considerablemente nuestros rasgos. Se trata de un tipo de distorsión óptica muy conocida en el mundo de la fotografía que hace que las líneas rectas de una imagen parezcan curvadas hacia dentro.
Cuanto más cerca está la lente, más parecen alejarse unos de otros los elementos de la cara: la nariz parece más prominente, las orejas más pequeñas, el mentón más ancho. Esta distorsión de la perspectiva se acentúa particularmente en los bordes del marco, donde la luz debe recorrer un camino más complejo hasta el sensor.
A diferencia de los fotógrafos profesionales que pueden utilizar teleobjetivos más favorecedores y mantener una distancia adecuada del sujeto, Somos prisioneros de las limitaciones físicas de nuestros brazos. y las lentes de nuestros teléfonos. Como puedes ver en la imagen de abajo, la diferencia es más que visible.
Del retoque automático a la dismorfofobia: los excesos de una práctica social
Más allá de las distorsiones ópticas, el procesamiento digital de los selfies añade una capa extra de alteración de la realidad. Muchas aplicaciones aplican automáticamente filtros que afinan el rostro, suavizan la piel, agrandan los ojos o blanquean los dientes, a veces sin que lo sepamos. Pensamos en particular en Snapchat, armado con mecanismos de este tipo, Instagram y sus filtros AR (realidad aumentada) que embellecen automáticamente los selfies o TikTok que también ofrece filtros automáticos.
Sin embargo, estas manipulaciones sistemáticas de nuestra imagen no están exentas de consecuencias en el tejido social. La Academia de Cirugía Plástica y Reconstructiva Facial, organización profesional estadounidense que reúne a cirujanos especializados en cirugía estética y reconstructiva facial, informa cifras alarmantes. Solicitudes de cirugía estética inspiradas en selfies filtrados aumentó del 42% en 2015 al 72% en 2019. ¡Eso es un aumento del 71,43% en cinco años pobres!
Otro dato preocupante reportado por expertos: la aparición de una nueva forma de trastorno de dismorfiaversión 3.0. Según la definición de MSD, la dismorfofobia es “ Se caracteriza por una preocupación por defectos percibidos en la apariencia física que no son aparentes o parecen leves para otras personas. . Algunos especialistas le han puesto nombre a este nuevo trastorno: “ Dismorfia de Snapchat ».
Los usuarios, demasiado acostumbrados a ver una versión retocada de sí mismos, son víctimas creciente insatisfacción con su apariencia natural. Las redes sociales, como en este caso Snapchat (aunque no es la única), también promueven la comparación social, animando a los individuos a querer compararse siempre con los demás y con sus representaciones idealizadas. Esta búsqueda constante de me gusta y comentarios positivos refuerza la idea de que la apariencia física es la clave de la validación social y, por tanto, encuentra un terreno especialmente fértil en los selfies retocados.
El impacto psicológico de esta práctica diaria es tanto más insidioso cuanto que se desarrolla en el tiempo: al vernos principalmente a través de estas imágenes distorsionadas, acabamos integrándolos como nuestro principal referente visualen detrimento del reflejo más fiel. El del espejo tradicional, que nunca te mentirá. Este último es sin duda tu aliado más preciado para reconecta con tu verdadera imagen corporal.
- Los selfies distorsionan nuestra percepción de nosotros mismos debido a las limitaciones ópticas de los teléfonos inteligentes y a los filtros automáticos de las aplicaciones.
- Esta distorsión de la imagen amplifica la insatisfacción personal y ha provocado un aumento espectacular de las solicitudes de cirugía estética relacionadas con selfies en Estados Unidos.
- La exposición continua a imágenes editadas alimenta el malestar y refuerza la presión social basada en la apariencia.
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