por Thierry Maindrault
Diez años desde que nuestro universo fotográfico perdió a uno de sus más ilustres campeones.
En primer lugar, Lucien era sin duda un fotógrafo con mucho talento, formaba parte de un estrecho círculo de grandes talentos. No se trata de adulación, que a él le parecería muy inapropiada. Pero un hecho que el futuro perdurará. Ya que conservará gran parte de sus imágenes. ¿Por qué esta afirmación? Ya que sus fotografías están muy bien hechas, el contenido y la forma están en perfecta coherencia, los catalizadores de las emociones provienen de la concepción misma de las imágenes y no de los sujetos (aunque estos sean perfectamente valorados por sus tomas). Este fluido etéreo surgió de esta inspiración creativa de Lucien. Su vida como captador de luz nunca estuvo exenta de esta exaltación.
Pero todo esto no es nada extraordinario, es el mínimo imprescindible para que los grandes fotógrafos destaquen entre la multitud. Entonces ese extra que lo convierte en un excelente fotógrafo, ¿dónde quedó? ¿Dónde se encuentra todavía hoy? En sus fotografías que le sobrevivirán mientras el pensamiento humano lo desee. En muchas de las obras de Lucien, como ocurre con los grandes “pictorialistas”, hay otra imagen que percibir detrás de la fotografía. La magia de una historia, de un mensaje, de una belleza escondida detrás de la imagen visible. El nacimiento de un sentimiento íntimo para el lector que se construye si éste se permite el tiempo necesario para interactuar con la imagen que tiene ante sus ojos. Son pocos los gigantes de la imagen, generalmente reconocidos post mortem, que dejan en sus obras esa otra cosa que marca la diferencia.
De ninguna manera te estoy imponiendo el panegírico de Lucien, pero seamos serios, tampoco diré nada malo sobre los desaparecidos: y además, no estoy seguro de que realmente haya desaparecido. Debe haber una perspectiva maliciosa acechándonos. ¿Somos cautelosos? Un Lucien Clergue a menudo esconde otro.
Lucien, un gran, sincero y genuino agradecimiento de parte de toda la comunidad fotográfica, incluso de los pocos miembros que realmente no te apreciaron. Las personas que logran sus sueños y realizan sus pasiones siempre dejan atrás un poco de celos y enemistad. Pero, todos se unen para decirte gracias por lo que tus turbulencias, tus nervios, tus entusiasmos y tus pasiones han hecho por el mundo fotográfico.
En cuanto a la puesta en marcha del reconocimiento de determinadas fotografías como obras de arte, ha sido útil que haya pisado un poco el acelerador. Sin embargo, creo que llegó lógicamente el momento de que las admirables obras de algunos de nuestros antepasados vieran su entrada en el panteón de las musas. En una o dos de sus visiones lógicas, pudo acelerar esta tendencia ya inevitable.
El mayor agradecimiento es por este espíritu que iniciaste, que compartiste, que multiplicaste y que respiraste, urbi et orbi. El poder de los espíritus, tan importante en una fotografía, reunidos en unos días para hacer brillar con luz nuestro trabajo y nuestras creaciones. Nuestras generaciones habían conocido al señor Corneille en la escuela, por eso, en la ciudad de Arlés, un puñado de vosotros os marchasteis y ahora somos unos miles de nosotros vagando por allí con mirada de fotógrafo.
No me reprocharán haber elegido la secuencia de Su testamento del mar, de Bernard Gille, en su magnífico testimonio en vídeo, para ilustrar estas modestas líneas. Evocas muy bien tu propia imagen de la fotografía y la de quienes comparten esta loca pasión. Esperemos que sus palabras no se conviertan, como se están convirtiendo, en un espejismo orquestado por otras ambiciones.
Que la idea del olvido pase por todos nuestros amigos, los que ya están arriba y los que siguen aquí abajo.
Thierry Maindrault
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