Para Yves Ugalde, asistente cultural del Ayuntamiento de Bayona, esta exposición se inscribe en la dinámica de la temporada de promocionar a artistas locales de gran calidad, al tiempo que se abre a figuras de renombre internacional como Plantu el próximo verano.
Retratos y escenas de danza.
En la sala a la derecha del tríptico, los coloridos lienzos del artista Miguel Etxebarria resaltan la cultura y la historia vascas. Las representaciones de danzas con aros o danzas de espadas se entrelazan con pinturas que representan la Guerra Civil Española. Un cuadro hace referencia en particular al éxodo ante la llegada del franquismo, del que fue víctima su familia.
Se creó una serie de retratos especialmente para la exposición. Las expresiones faciales están diseñadas para dar rienda suelta a las interpretaciones. “Es curioso porque cada persona tiene una apreciación diferente”, ríe el pintor.
Sin poder ocultar su amor por los toros, una escena de pelea, una corrida de toros, se sitúa en el centro para recordar las tradiciones taurinas del País Vasco.
los bañistas
Por su parte, Martine Pinsolle sublima los cuerpos de los bañistas, en bañador o completamente desnudos. Quien, a través de sus pinturas “no quiere contar historias”, busca reflejar nuestra experiencia de intimidad y espacio. “Me concentro en líneas, curvas y actitudes en momentos fijos. Por eso trabajo en cuerpos femeninos. »
Al contemplar las diferentes obras, los visitantes podrán notar la evolución de la pincelada del artista a lo largo del tiempo. “Cuanto más avanzo en mi trabajo, más sobrio se vuelve mi estilo. Creo que la ambición de todo artista es llegar a lo esencial. »
La luz suave, según ella propia del País Vasco, ilumina los cuerpos bajo un fondo neutro y refinado. Estas mujeres, casi todas vestidas con bañadores blancos, son un guiño a los bañistas de Biarritz durante la época art déco.
Quimera luminosa
El fotógrafo Mathieu Prat ocupa el fondo de la sala principal para presentar una serie de escenas de una quimera luminosa en las alturas de los Pirineos, donde le encantaba contemplar el cielo durante sus jóvenes noches de verano. Estas fotografías, extraídas de un “pensamiento de adulto basado en un recuerdo de infancia”, abordan el tema de la contaminación lumínica frente al cuadro estrellado del cielo, tan raro de contemplar hoy en día.
La serie recorre el viaje de una quimera, realizada por el artista y presentada en la exposición, a través de fotografías en blanco y negro y en color. Su aventura termina bajo un brazo de la Vía Láctea. “Aquí la quimera se extinguió y desapareció”, afirma el fotógrafo.