Cuando fue campeón de peso semipesado de UFC, Jon Jones dejó sólo migajas al resto de la categoría. Contra Stipe Miocic, el ahora campeón de los pesos pesados no dio nada. Después de dominar la pelea en varios registros en el primer y segundo asalto, cerró el procedimiento en el tercero de los cinco asaltos programados en el Madison Square Garden.
Anunciado como ultra favorito frente a un Miocic envejecido que no había visto la jaula desde hacía más de tres años, pero que todavía era considerado uno de los mejores pesos pesados de la historia, “Bones” Jones no mintió a las casas de apuestas. Muy hábil en sus movimientos, supo aniquilar el boxeo de su oponente, quien ciertamente no iba a intentar llevar la pelea al suelo.
trabajo corporal remunerado
Lo que hizo Jones en el primer asalto, gracias a una barrida estilo judoka, que le permitió llover codazos y abrir el pómulo de Miocic. Desde el inicio del segundo asalto, el campeón de los pesos pesados retomó el mismo registro de esquivas y movimientos, pero gestionando más su energía y su distancia. Con un trabajo de debilitamiento del cuerpo a base de patadas frontales y formidables rodillazos. Y haciendo tambalear a su oponente por primera vez gracias a un preciso brazo trasero.
Un trabajo que acabó dando sus frutos cuando Jones puso fin a la pelea con una terrible patada en las costillas de su compatriota, ante la mirada de un Donald Trump encantado. Jones necesitaba una pelea corta y controlada para asegurarle al mundo de las MMA que todavía le quedaba algo en su haber. Queda por ver si realmente querrá volver a ponerse los guantes y, sobre todo, contra quién.